Juan Lebrón ya es número 1 del ranking masculino de World Padel Tour. El gaditano, de manera oficial, y para siempre, es el primer jugador nacido en España que ocupa el trono del pádel mundial.
El relevo en la cima de la clasificación se ha producido en el torneo de Sao Paulo. Sin embargo, el duelo entre compañeros por esa conquista histórica se decidió hace un año en un partido de cuartos de final. Aunque, entonces, los protagonistas aún no lo sabían.
El giro burlesco que apagó toda una ilusión
Solo son dos palabras, las dos últimas, de una declaración triunfal. Apenas es una coletilla que asoma un instante para ocultarse tras un abrazo. Pero, por fugaz que sea, tiene un peso notable en la radiografía de un relevo histórico en el ranking del pádel profesional.
La pronuncia Paquito Navarro tras ese triunfo en semifinales del Open de Sao Paulo que catapulta a su compañero al número 1 de World Padel Tour.
“Tremendamente contento y feliz de que haya sido mi compañero Juanito el primer número uno español, de verdad”.
Así finaliza el sevillano su alocución ante el micro oficial de WPT y, acto seguido, se aprieta con Juan Lebrón. El gesto acapara la atención del momento y deja fuera de foco esa aclaración final, ese “de verdad”.
Parece espontánea y bien puede ser una simple muletilla pero la expresión, añadida tras esa leve pausa, confiere a su testimonio un aire de aclaración no solicitada. Supone una justificación de la veracidad de sus palabras; un intento de reforzar la sinceridad de sus sentimientos.
Y, paradójicamente, esa intención de despejar cualquier duda alumbra la posible existencia de las mismas. Pero ¿quién cuestionaría su discurso? ¿Por qué Paquito no iba a alegrarse de ese logro histórico al que ha contribuido?
Segundos antes, el jugador ha insistido, precisamente, en ello. “Orgullo de que, por fin, un jugador nacido en España pueda llegar a ser (número) uno. Lo siento como mío, la verdad es que lo he luchado con él, he estado con él a muerte”.
En realidad, no hay sombra alguna al respecto. No, al menos, sobre el reconocimiento que le concede al mérito de su compañero. Pero esa breve aclaración abre un fina ranura, casi imperceptible, de la que emana un cierto aroma a desencanto por la azarosa fatalidad de la que ha sido víctima.
Elegido para la gloria
El caso es que sobre la moqueta no hay incertidumbre posible. Paquito Navarro ha dado un paso al frente este año. Ha asumido la condición de líder de la pareja desde el principio y ha sido el sostén emocional del equipo aunque ello, en ocasiones, le haya apartado de los focos.
El despegue de El Lobo se ha producido a partir del compromiso exhibido de su compañero, de su maduración definitiva. Ese número 1, sin duda, tiene mucho de Paquito Navarro aunque no lleve su nombre.
Ocurre que esta conquista, sin embargo, encierra una crueldad; inconfensable, sí, pero presente, bien punzante.
Paquito Navarro lleva algo más de dos décadas persiguiendo ese anhelo. Más de media vida sacrificada por un sueño. Una infancia y una adolescencia programada para cumplir un objetivo y, de pronto, en el momento decisivo, es su compañero quien, por una burla del destino, inscribe su nombre en el minúsculo hueco sin cubrir que la historia del pádel parecía tener reservado para él.
Paquito fue el primer gran niño prodigio del pádel español. Sobre la moqueta, ha sido la primera gran estrella de la cantera nacional y, fuera de ella, la primera gran marca. A las dos facetas se ha dedicado con igual esmero. Nadie le ha regalado nada.
Lo ganó todo en su etapa de menores y se asomó muy pronto al gran circo de las estrellas. Siempre ha sido el señalado, la gran esperanza española contra la dictadura argentina, el elegido para alcanzar el trono algún día. Había pocas dudas al respecto. Ese premio le correspondía y su progresión lo anunciaba como una cuestión de tiempo.
Pero la cuenta atrás se fue demorando en exceso. El sevillano nunca ha dejado de mirar hacia arriba, se ha ido aproximando mucho al objetivo, ha tenido alguna opción con anterioridad pero le ha faltado el último arreón.
Su ilusión, intacta, comenzó a verse amenazada. Varias figuras emergentes de la prolífica cantera española fueron irrumpiendo en la escena hasta que, de pronto, algunas de ellas explotaron de manera precoz, sin necesidad de tener la misma cocción de Navarro. Por primera vez, el de Bullpadel tenía serios competidores para su propósito.
Paquito comprendió el nuevo escenario. En 2017 estuvo cerca de coronar la cima junto a Sanyo aunque no lo consiguió. En 2018 pudo cumplir uno de sus sueños (jugar con Juan Martín Díaz) pero se alejó de su objetivo deportivo. Ya no podía esperar más. Esta temporada privilegió su aspiración y se unió a una de esas apariciones fulgurantes: Juan Lebrón.
Se entregó por completo a ello. A sus 30 años, sabía que era el momento de dar ese último paso o le arrebatarían la opción. Desde el principio, ha puesto mucho empeño. Cogió las riendas, asumió responsabilidades e, incluso, cedió algo de ese espacio que siempre le ha pertenecido, todo por el bien del proyecto común. Probablemente, haya sido el año en el que Paquito ha priorizado más el equipo que su propia marca personal. Sin embargo, todo ese esfuerzo le ha acabado convirtiendo en víctima de un cruel giro de los acontecimientos.
La aritmética y el precio de las oportunidades perdidas
De ser el elegido a ser el testigo del éxito ajeno. Ha sido su propio compañero, Juan Lebrón, quien ha cumplido su sueño, quien ha ocupado ese espacio que tanto buscó el hispalense, quien le ha arrebatado esa distinción con más carga simbólica que deportiva: ser el primer jugador nacido en España en alcanzar el número 1 del pádel profesional.
El golpe para Paquito no ha sido perder esta carrera por plantar la bandera española en la cima sino contemplar cómo, después de tanta lucha, ese sueño se le ha escapado definitivamente, en parte por los caprichos de la aritmética y, en parte, por las oportunidades que han desperdiciado en el curso.
Durante buena parte de la temporada, era él quien estaba en mejor posición para arrebatarle el número uno a Sanyo Gutiérrez y Maxi Sánchez. De hecho, a su alcance lo tuvo en el Master de Madrid. Una victoria en el torneo le hubiera entregado esa primera plaza de manera directa. No pudo aprovecharla. Él y Lebrón cayeron en octavos, la única vez que no pasaron del debut en todo el año.
En cambio, sí han logrado culminar ese asalto justo al final de la temporada regular y, aunque es un logro al alcance de muy pocos, también incluye su propia penitencia para el sevillano. En concreto, el peaje que ahora ha pagado corresponde al tramo final de 2018.
Navarro, que se había separado de Juan Martín, jugó las dos últimas pruebas regulares en España junto a Pablo Lima (Bela estuvo cuatro meses de baja por una grave lesión en su codo). Con él consiguió el único título del curso anterior. Pero, para el Master Final, se quedó compuesto y sin pareja. La encontró en el zurdo Juan Cruz Belluati, excompañero de Lebrón con quien ya había roto de manera abrupta. Por su parte, el gaditano había formado dupla con El Galleguito.
Aquel baile de acontecimientos parecían hechos aislados. Nada más lejos de la realidad. Todo cobró sentido un año después.
En el Master Final, el azar dispuso que Paquito, superada la fase de grupos, tuviera que jugarse sus opciones en la competición ante su excompañero de la temporada y el que lo iba a ser en la siguiente, Juan Martín Díaz y Juan Lebrón.
Fue un partido de cuartos de final pero, hasta hoy, no hemos comprendido la trascendencia de aquel encuentro para el sevillano. ¡Se estaban jugando, sin saberlo, el futuro número 1 del pádel mundial!
Aunque empezaron ganando, Paquito y Belluati perdieron (4-6, 6-2 y 6-2). Aquel resultado es el que explica la diferencia de 235 puntos que separa hoy a Navarro del trono que ocupa su compañero. El triunfo que logró El Lobo le ha servido, un año después, para hacer historia en solitario.
Paquito apunta a la cima
Paquito lo tenía claro antes de empezar el Open de Sao Paulo. Hasta que no se descontasen los puntos del Master Final de 2018, no iba a tener opciones de ser el primer español en coronar el pádel mundial. Las cuentas se habían dado así.
Sin embargo, en Brasil, la eliminación de Sanyo y Maxi precipitó los acontecimientos y generó una oportunidad única de adelantar el golpe. Su rendimiento en la prueba, su actuación en los momentos determinantes del torneo brasileño, despejan cualquier posible duda y reflejan su honestidad mejor que aquellas dos palabras improvisadas con las que clausuró sus declaraciones el sábado: “de verdad”.
Al finalizar ese determinante encuentro de semifinales en Brasil, Paquito se encontró con ese instante que soñó tantas veces y que, en cambio, estaba a punto de protagonizar su compañero. No lo dudó. Actuó como le hubiera gustado que le ocurriera a él. Hizo de maestro de ceremonias y proclamó de manera simbólica a Lebrón.
Ocurrió tras esa última salida de pared que envió Bela al cristal de fondo. El de Bullpadel señaló a su compañero con las dos manos, le reconoció como el número uno y le atribuyó la ovación de la grada. Luego, con El Lobo llorando, le elevó en brazos.
Aunque el exceso suele acompañar la gestualidad del sevillano, esta vez tenía mucho sentido. La escena estaba llena de simbolismo: la ascensión de Lebrón en sus brazos. El mejor reflejo de la temporada.
“Pido que esto no quede aquí”. “Me lo debes tú a mí, Lobo”. Cerrada aquella puerta, Navarro aprovechó enseguida para señalar su siguiente objetivo: ser número uno. Éste lo va a cumplir pronto. Un día después, el triunfo en la final de Sao Paulo le garantiza compartir la cima del ranking con su compañero, al menos hasta el Master Final.
Aunque le concedieron el MVP del duelo decisivo a su compañero, la actuación de Paquito en la remontada que les dio el título fue determinante. Se apoderó del juego y cambió el signo de un enfrentamiento que comenzaron perdiendo.
Tras el partido, esta vez fue Paquito quien reclamó el foco y se apropió del escenario. Se tumbó en la moqueta, la besó y después, envuelto en lágrimas, repasó parte de lo vivido hasta llegar allí.
Paquito ya está en pie y mira de frente a su objetivo más importante gobernar el pádel mundial. Lo tiene a mano.
Me a encantado el artículo, Paco es un grande
Hola, Christian.
Me alegro de que te haya gustado. Gracias por dedicarle un rato al artículo.
Sí, en efecto, Paquito Navarro es un grande la historia del pádel español, sin duda.
Saludos.
Menudo click bait de noticia, qué lamentable que la prensa rosa llegue al Padel.
Hola Javier. Lo primero, te agradezco la visita a la web y la lectura del artículo.
Lamento que no haya respondido a tu expectativa aunque, créeme, no hay ninguna técnica de captación de clics en él. Si hubiese querido hacerlo, hubiera sido muy evidente.
En realidad, en el artículo únicamente pongo el foco en una situación curiosa que se produjo a propósito del relevo en la cima del ranking profesional. Por una diferencia de 235 puntos originada en un partido de cuartos de final del Master Final de 2018, Paquito se ha quedado sin alcanzar una meta para la que todos le señalaban como máximo candidato durante año: ser el primer jugador nacido en España en alcanzar el nº1. De ahí lo de la burla cruel del destino. A tenor de tu comentario, no he debido explicarlo del todo bien.
En cualquier caso, no hay nada de ‘prensa rosa’ en el artículo ni en ningún otro. Sólo he tratado de aportar un punto de vista personal a un hecho relevante con el máximo respeto a los protagonistas.
Puedo comprender que no estés de acuerdo con el enfoque, que no te guste el estilo, que no lo entiendas o que ni siquiera te interese. Pero no comparto en absoluto tu descalificación.
De todas formas, Javier, te agradezco la crítica. En próximos artículos, trataré de ser más claro y preciso en el enfoque.
Un saludo.
Me encantó el artículo!!!
Hola Damián.
Gracias por visitar la web y dedicarle un rato al artículo.
Un saludo.