Ganó Argentina en Dubai. Ganó también España. El Mundial de Pádel 2022 recordó que el dominante pulso de las dos superpotencias de este deporte no admite a ningún tercero todavía.
Ganó Bela, sí. Su sexto título mundial con su selección. A sus 43 años, el de Pehuajó escribió un nuevo episodio de su irrepetible trayectoria. Ganó Bela y de las lágrimas de rabia de 2021 en Doha pasó a las de júbilo en 2022 en Dubai. De su ausencia en el podio de subcampeones en Qatar a su omnipresencia en la celebración en los Emiratos. Esta vez, sin prisas, Belasteguin desparramó sus emociones sobre el undécimo entorchado mundial de Argentina.


Él y Sanyo le pusieron esforzada rúbrica al triunfo argentino ante España. Dos que se habían separado hace un año porque no podían garantizarse respeto mutuo, se juntaron por amor a su país para tocar el cielo en el momento clave. En ese abrazo final hay media historia del pádel.
Bela y Sanyo lograron desnivelar la final de forma definitiva al superar a dos malagueños que entregaron el alma, sin éxito, para lograr la victoria. Si España tuvo alguna opción de revalidar el título fue por el conmovedor ejercicio de resistencia de Alejandro Ruiz y Momo González, dos dignos representantes patrios en cualquier lugar.
Desde luego, los focos de la triunfal narrativa argentina apuntan a los propios Fernando Belasteguin y Sanyo Gutiérrez. Sin embargo, la providencial descarga que resucitó a una agonizante albiceleste no fue cosa de sus dos leyendas sino del relevo generacional.
Los Superpibes, dos a los que la tragedia había separado y a los que la vida a vuelto a unir, mostraron que los caminos del pádel también son inescrutables. Martín Di Nenno y Franco Stupaczuk ganaron cuando muchos no esperaban que lo hicieran y provocaron el desenlace triunfal de sus mayores.
El de Ezeiza y el de Chaco convirtieron la imponente pista del Dubai Duty Free Tennis Stadium en el escenario de una exhibición antológica que desfiguró a las dos figuras clave de la derrota argentina un año antes. Puro desquite.
Arturo Coello y Alejandro Galán, el húmedo sueño de una gran parte de la hinchada española, quedaron desfigurados en un envite que debía haberles encumbrado. Les superó el momento, les aplastaron sus rivales.
Una hora y 18 minutos tardaron en dilapilar la ventaja que Paquito Navarro y Juan Lebrón habían arrancado a mordiscos a Agustín Tapia y Fede Chingotto.
Ese fue el único triunfo español. No sirvió para hacer cumbre pero dejó sí dejó enseñanzas. La primera es que Paquito no es jugador de derecha. Ni hoy ni mañana. El experimento en que se ha metido el sevillano, a dos meses de terminar la temporada, es un callejón sin salida del que solo puede salir marcha atrás.
Si Bela rectificó a tiempo porque no quiso dejar de ser Bela en el epílogo de su carrera; nadie imagina a Paquito, en plenitud, renunciando a ser Paquito. Y en la derecha, por más talento que atesore, es cualquiera.
El otro corolario que ofreció la victoria de los dos andaluces es que aquel abismo que el éxito abrió en la pareja hace tres temporadas puede que ya no sea más que una simple fisura.
Hace un año, la dupla certificó la victoria mundialista de España en Doha. El dramático encuentro que libraron ante Bela y Di Nenno incrementó tanto el voltaje emocional de ambos que, en algunos pasajes, quedaron expuestas las cicatrices de su anterior periplo juntos. En Dubai, no hubo ni rastro de aquello. Todo lo contrario. La actitud entre ambos, el coraje conjunto, el sacrificio, el reconocimiento del otro, les permitieron darle la vuelta a un partido muy complicado. Por instantes, recordó al mejor momento de aquel binomio.

Navarro y Lebrón, sí, cumplieron el plan y se impusieron a Tapia y Chingotto, los únicos derrotados en la albiceleste. El triunfo final de Argentina, no obstante, disipará el regusto amargo de esa derrota y permitirá a los dos argentinos extraerle el jugo a su formidable actuación.
Hace un año, Tapia fue un espectro en la final de Doha. En la de Dubai, en cambio, irrumpió como un titán y, durante buena parte del duelo, fue el propietario del mismo. La fórmula que combina la casaca albiceleste con el ánimo de revancha revitaliza al más apocado, y convirtió al catamarqueño en una fiera indomable. Al parecer, debajo de su extrema timidez, bulle también un jugador de raza que solo asoma, por ahora, en contadas ocasiones.
A su lado, Chingotto fue un gigante. Por más que le falten centímetros al de Olavarría, ningún escenario, ninguna competición, ningún rival, y ningún compañero le viene grande.
Su derrota quedó en nada y Argentina se cobró la revancha un año después. Es el golpe de autoridad de un potencia que exporta talento impuro. Siempre aderezado con garra y amor propio.
Hace años que el epicentro del pádel se trasladó a España y de ahí se extiende por el mundo. Pero el semillero argentino no se agota. Más bien al contrario. Exhiben cuatro de los últimos cinco títulos mundiales masculinos. Si esto no es una hegemonía, se parece mucho.
Tiranía española
No sucede igual en el pádel internacional femenino. El abrumador dominio español ha tenido continuidad en Dubai. Desde 2014, España no pierde un Mundial. Cinco de sus ocho títulos los ha conseguido de manera consecutiva y marcan una era de tiranía absoluta que, del mismo modo, señalan el declive del pádel femenino argentino.
Aún así, la albiceleste exhibe algunos brotes verdes aunque insuficiente todavía para hacerle frente al arsenal español.
La final del sábado volvió a cerrarse en dos. Pudo no ser así. Delfi Brea recordó que, pese a la infortunada temporada que ha vivido, está para cosas grandes. Aranza Osoro confirmó que no tiene molde. Es genuina, un torrente de vitalidad que no admite grises. Lo suyo es rojo o negro. Puerta grande o enfermería. Lo suyo es diversión.
Ambas mezclaron bien y volvieron a jugar con los nervios de Ari Sánchez y Paula Josemaría. Las españolas, sin embargo, demostraron que luchar por el número uno del pádel mundial acaba curtiendo.
Brea, Osoro, Claudia Jensen, una promesa que ya se maneja en la élite, y Daiara Valenzuela. La neuquina se proclamó campeona del mundo sub-18 en septiembre de 2021 en el Mundial de Menores de Torrejón. Un año después ha formado parte del combinado absoluto, un aliciente para que germinen las perlas de la cantera argentina, el gran debe que no logran corregir.
El lujo de Carolina Navarro y la oportunidad perdida de la FIP
Ocho años después del último, Carolina Navarro ha vuelto a disputar un Mundial de Pádel. Lejos de los focos principales, el escenario que tanto tiempo ha ocupado como protagonista, la jugadora ha participado en este campeonato en Dubai bajo la bandera sueca, su otra patria.
A sus 46 años, la malagueña ha formado parte de la selección nórdica que ha avanzado hasta la sexta posición. Más allá del affaire de la no-pero-sí clasificación para cuartos de final, el sexto puesto y, sobre todo, la victoria ante Francia reflejan el impacto de este mito viviente del pádel en el combinado sueco. Un auténtico lujo.
Es posible que este haya sido el último mundial de Carolina Navarro. Al menos, como jugadora en activo. La siguiente cita le cogerá con 48 años. En cualquier caso, le ha faltado ojo a la Federación Internacional de Pádel que ha perdido una oportunidad fabulosa de rendir tributo a quien luce 4 entorchados mundiales por selecciones y 3 por parejas. Un detalle de justicia.
