…Apenas una hora después, las dos parejas, frente a frente, vuelven a medirse en una final. Eso es, en realidad, lo único que se repite. Cambia el escenario. Del recinto indoor de Fantasy Pádel pasan a las instalaciones exteriores de Vals Sport Cónsul. Tres kilómetros de distancia entre ambas. Atrás queda la vivacidad de las bolas Head Pro; ya les espera el bote más controlado de Wilson.
Juanjo Gutiérrez y Álvaro Cepero llegan a la final tras vencer, en tres sets, a Gabo Loredo y Sergio Contreras (los mismos rivales a los que se enfrentan en semifinales del Torneo Fantasy Pádel). Sus contrincantes, Guille Demianiuk y Rafa Méndez, no juegan su encuentro de semifinal contra Fran Tobaria y Sergio Beracierto por una indisposición de éste último.
La ajustada victoria (7-6 y 7-6) lograda en el club indoor, 60 minutos antes, no es más que un precedente estadístico, un simple dato que apenas insinúa hacia dónde puede soplar la brisa en la contienda. Nada significativo. Los ganadores, Cepero y Gutiérrez, se enfrentan a un enigma diferente. La pareja adversaria acude desecha. El enfrentamiento anterior ha roto sus lazos sobre la pista. El argentino y el jerezano afrontan esta segunda final por su cuenta. Incapaces ambos de fabricar un patrón de juego común, se prestan a la batalla por separado. Sin palabras ni gestos. Sin ánimos ni reproches. El silencio les separa, la intuición y la improvisación señalan sus caminos.
Esa aparente debilidad, sin embargo, encierra riesgos para los rivales. Demianiuk y Méndez miran hacia el frente, marcan su territorio, cada uno con su estilo, y se encomiendan a la espontaneidad. La situación es inusual, arriesgada, imprevisible. Y se acentúa, todavía más, en el segundo set.
Antes, en la primera manga, Juanjo y el isleño de Mystica se reponen a un flojo inicio en el que mantienen los saques pero ceden en blanco los dos primeros restos (3-3). Incluso, a punto están de encajar un break en el séptimo. Dos errores del malagueño, uno con la volea y otro en un remate que no impacta en la bola, junto a un fallo de Cepero, conceden dos ocasiones de rotura a sus contrincantes. Sin embargo, una acción magnífica de Juanjo que cierra el punto desde la red y un error de Rafa al resto clausura la brecha. Finalmente, Cepero, con una impecable bajada a pies de El Rayo, aborta la opción de rotura (4-3).
La ocasión perdida desespera a Demianiuk que, definitivamente, se libera de cualquier atadura. Para bien y para mal, el de Dunlop da rienda suelta a su creatividad, asume los riesgos que quiere y cuando quiere. Abusa, sin importarle, de la dejada. Pega por alto, aunque no define siempre. Se planta en la red y con la volea marca su propio ritmo e incluso, por momentos, impone el tempo del encuentro. El escenario, en realidad, dibuja a una pareja frente dos individualidades.
El arrebato del argentino es evidente. Guille se juega hasta cinco dejadas en un mismo juego. Cuatro de ellas, consecutivas. Ello, unido a varios remates que no salen y alguna doble falta, le hacen a entregar su propio servicio a sus oponentes que, no obstante, precisan de siete ocasiones para poder firmar el break. Es Cepero el que se revuelve sobre la pista, devuelve lo imposible para que su compañero finiquite el saque de su rival. (5-3).
El de San Fernando es el encargado de servir para cerrar el primer set. Lo hace en un juego inusual, con acciones más cercanas a una exhibición o clínic que a la final de un torneo. Cepero y Demianiuk se aprietan cruzado, se retan desde la red y desde el fondo. Se apuran con la volea y, de repente, intercambian globos de cinco o seis metros de altura. Es Juanjo, con un remate poderoso, el que acaba imponiendo cordura. El 6-3 final y, sobre todo, la deriva del último tramo de esta primera manga anticipa un rápido desenlace en el segundo.
Demianiuk y Méndez resurgen
La sensación de ello se acrecienta cuando en la reanudación Juanjo y Chiqui rompen el saque de El Rayo. Un globo de Méndez que se marcha al cristal de fondo abre la primera puerta. Sin embargo, una derecha muy cruzada de Cepero que se marcha al lateral da vida a sus adversarios. Pero es Guille, en dos acciones fallidas, quien concede su servicio con dos elecciones erróneas. Primero, con un amago de remate que caza Juanjo, muy atento, para batirle en paralelo. Y a continuación, cuando la jugada pide tacto, opta por el mazo en un remate que no vuela. Otra vez su oponente de Wilson, muy rápido desde la red, saca por cuatro metros el envío y asesta el primer golpe del segundo set (1-0).
Pese a los errores, Demianiuk, decidido, mantiene su apuesta. Cuanto más cerca está de la derrota, más riesgos asume. Cuanto más se asoma al abismo, más temerario se muestra. No es resignación; es divina imprudencia. Y ello intensifica su amenaza. Sus rivales, además, contribuyen a la causa con errores inesperados. En el cuarto juego, Juanjo, que sirve, falla dos voleas y una víbora. Cepero aporta lo suyo con un revés que busca sacar por cuatro la pelota y, sin embargo, no pasa la red. El sorprendente break (2-2) nivela la contienda.
Rafa Méndez activa su juego, da un paso al frente y se une a la sorpresa. La ofensiva coincide con un bajón de sus oponentes que no acaban de descifrar el enigma que se les presenta. De esta forma, llega el revolcón en el octavo. Es Demianiuk el que cierra por alto con un remate por tres metros para dejar su rúbrica en el saque de Juanjo (3-5). Y culminan la remontada en el siguiente para devolver el 6-3 encajado en el primer set.
Nadie gobierna el juego
El desenlace, con todo lo ocurrido, es ya una incógnita imposible de despejar. Cepero y Gutiérrez tratan de apretar a sus rivales. Al fondo al jerezano de Wilson, por alto a Guille. Sin estrategia colectiva de estos, su respuesta a cada amenaza es individual.
Así, Rafa se desenvuelve bien en la esquina y aprieta con el revés a dos manos para salir del acoso. El Rayo, por su parte, acepta el desafío aéreo. Sin atender al riesgo, indiferente a la posibilidad de errar, Demianiuk se eleva en cada globo y percute en paralelo. Elige un remate muy liftado, molesto, incómodo, dañino, que sale de la pared y se pega a la malla lateral. El duelo con Juanjo resulta intenso, trepidante, hermoso. Sin dominador claro. Ambos jugadores se reparten los aciertos cuando el argentino encuentra la rendija en el revés de su rival o bien, cuando el malagueño se anticipa en la red con brazo firme y cierra huecos.
En el tercero, Guille y Méndez se aprovechan del desconcierto. Una víbora de Gutiérrez que se marcha y una bajada de pared de Cepero que se queda en la red suman lo necesario para que Demianiuk, con su afilada volea, y Rafa, con un resto impecable y una incursión intimidatoria a la red, se anoten un break (1-2). Pero Juanjo y Chiqui reaccionan. En el sexto, disponen de tres bolas para romper el saque del de Dunlop y no aprovechan ninguna (2-4). Sí lo hacen, en cambio, en el octavo; además, con una rotura en blanco al saque de Rafa (4-4).
Y cuando el desenlace apunta al tie break, se produce el mazazo definitivo. Cepero y Juanjo se enredan con el saque de este en el undécimo. El Rayo acierta por arriba y Méndez resuelve al sacar por cuatro metros un remate de Chiqui que no vuela lo suficiente (5-6). El golpe es definitivo. El cierre del partido llega con un juego en blanco (5-7) que abrocha Rafa con un remate.
La victoria (6-3, 3-6 y 5-7), trabajada desde cada esquina, desde cada estilo, les aproxima y provoca el único saludo del partido, el de los campeones.