Sábado 27 de septiembre de 2014. Zaragoza. Nada más terminar la cena, el primer síntoma hace sonar las alarmas. La marbellí Alba Pérez, una de las perlas de la selección femenina de padel de Andalucía, se ve desbordada por las náuseas hasta que emerge el vómito.
Enseguida, lo que se anhela como una simple indisposición, pasajera e individual, adquiere una dimensión bien distinta. A partir de ese instante, una tras otra, la mayoría de las componentes del equipo andaluz de chicas van cayendo enfermas. También ocurre igual en la selección masculina.
La insólita escena se produce, además, a un puñado de horas del inicio de las finales del Campeonato de España de Padel por Selecciones Autonómicas de Menores 2014, competición en la que Andalucía busca repetir el doblete del año pasado.
Esta es la historia de la doble epopeya de la cantera andaluza.
Sin excusas en la selección de Menores de Andalucía
“Me gustaría que quedase clara una cosa”, recalca el seleccionador andaluz, Jorge Bel, en una conversación con Padelazo.com en la que, a duras penas, quiere referirse a lo padecido para no empañar el triunfo de sus rivales. “No ponemos ninguna excusa la victoria de Madrid que jugó muy bien y supo ganarnos”, zanja.
El mensaje, claro y nítido, lo subraya una de las integrantes del cuerpo técnico, Ana Fernández de Ossó, que hace su debut al frente de la selección andaluza de menores en este campeonato. “Para nada, Madrid hizo un gran torneo y nos ganó bien en la final”, explica a esta web.
Hoy, 48 horas después de que los chicos se coronen en el cuadro masculino y las chicas logren el subcampeonato, todavía hay promesas andaluzas convalecientes de ese repentino brote.
El virus misterioso se extiende por la selección
“Creemos que ha podido ser un virus”, apunta Bel que prácticamente descarta una intoxicación alimenticia como origen del mal que afectó a ambos equipos. «Solo cenamos pollo a la plancha y pasta blanca». El diagnostico lo fundamenta en dos factores: no todos ingieren lo mismo en la cena y la aparición de los primeros síntomas es demasiado inmediata, sin tiempo casi a la digestión.
Eso sí, desde el primer momento, el alcance del repentino y misterioso brote resulta imparable. Apenas tres jugadores andaluces se libran del cuadro de gastroenteritis que deriva en episodios de vómitos, diarreas y en algunos casos, fiebre. La afección alcanza incluso a los componentes del equipo técnico, el propio Jorge Bell, Foncho Caballero y Anita Fernández, la peor parada de los tres, algo mejor ya en el día de hoy.
A Alba, con vómitos durante toda la noche del sábado al domingo, se le suman progresivamente muchos de sus compañeros y compañeras. Mara, Kike, Bea… Uno tras otro van cayendo. Ya por la mañana, el desayuno previo a la última jornada de competición resulta toda una odisea. Apenas hay quien puede ingerir bocado; mucho menos en el caso de los más afectados.
Este empeoramiento de la situación incrementa las dificultades del equipo técnico para poder configurar las tres parejas que deben enfrentarse a Valencia en el duelo que resuelve el cuadro masculino y a Madrid, en el femenino.
“Si las finales son una hora más tarde, no podemos jugarlas”, cuenta Fernández de Ossó. Lo confirma el propio seleccionador que tiene claro que, dado sus respectivos estados, varias de sus parejas no hubieran podido aguantar mucho más.
Sufrimiento en las finales
Javi Garrido y José Solano son la pareja infantil andaluza que le da la victoria a la selección masculina. La retirada de Luis Pozo y Daniel Hidalgo (perdían por 6-4 y 4-2) iguala una eliminatoria que el antequerano Momo González y el cordobés Fernando Romero comienzan inclinando del lado andaluz.
En ese decisivo tercer punto, Solano, la perla de Coín La Trocha, llega incluso a vomitar durante el juego. Pese a todo, la garra de ambos les lleva a superar una situación muy complicada y acaban imponiéndose a sus rivales para darle a Andalucía el título masculino de campeones de España.
A la final femenina, Andalucía llega directamente con bajas. Poco antes del inicio de los partidos, Alba Pérez, Mara Becerra y Bea González se recluyen en el autobús para buscar descanso. De las tres, sólo consigue reponerse parcialmente la malagueña de Mystica que, pese a su maltrecho estado, juega un partido que se prolonga durante tres sets.
Ella y Carmen Romero, con las fuerzas mermadas y el creciente malestar que les recorre el cuerpo, remontan el set inicial, plantan batalla a sus contrarias pero acaban perdiendo el punto que corona a Madrid como campeonas de España. Tras ello, ambas vuelven a sufrir episodios de vómitos.
Hoy, la mayoría de los y las componentes de las selecciones de padel de menores de Andalucía se han recuperado o se recuperan poco a poco.
«Me gustaría agradecer a estos chicos y chicas el esfuerzo que han hecho», subraya Jorge Bel en claro agradecimiento a sus pupilos. También se pronuncia en ese sentido, Ana Fernández, que sólo tiene palabras de elogio hacia los y las componentes de ambas selecciones. «Tiene doble mérito lo que han hecho», asegura la sevillana a la hora de destacar «el grandísimo esfuerzo que han hecho los y las jugadoras de nuestras selecciones».

Tributo a las perlas de la cantera andaluza
Esta historia, este relato sobre la inusual situación que afectó a las promesas andaluzas no busca ensombrecer, en absoluto, el brillante triunfo de la selección femenina de Madrid, un equipo con algunas de las promesas más importantes del padel español, con potencial suficiente para vencer a cualquiera.
En realidad, el intento de iluminar esta intrahistoria de las finales del Campeonato de España de Padel por Selecciones Autonómicas de Menores 2014 sirve para ensalzar la ilusión, las ganas y la capacidad competitiva de los y las componentes de los equipos andaluces en esa doble batalla que libraron en Zaragoza: contra sus oponentes y contra ese maldito virus.
Por que son, en realidad, preadolescentes o adolescentes. Chicos y chicas que van desde los 12 a los 18 años. Unos que llegan y otras que se despiden de la selección de menores. Todos, sorprendidos fuera de casa, sin sus familias, por una afección capaz de tumbar a cualquier adulto.
Y pese a ello, se levantan, sufren, compiten. Por eso, este relato va más allá de un resultado. No es una victoria o una derrota. Un título de campeón o un subcampeonato. Es más un homenaje hacia estos chicos y chicas andaluces con tanto corazón como juego. Un tributo hacia los que jugaron, porque se enfrentaron a sus contrarios y resistieron a las náuseas y diarreas. Y también hacia las que no lo hicieron, porque aparcaron su desilusión y sobrellevaron su malestar para animar a sus compañeros y compañeras.
Todos y todas simbolizan lo mejor de la cantera andaluza cuya selección es mucho más que eso. Es, en verdad, un equipo que comparte alegrías, decepciones y… ¡hasta virus!