Si vas a comprarte una pala de padel, presta atención y no te dejes confundir. Estás a punto de iniciar un proceso de información, comparación y selección pero, al mismo tiempo, tú eres el objetivo de una estrategia de seducción que puede acabar confundiendo tu verdadero propósito.
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Las marcas, a través del marketing, tratan de alinear nuestras necesidades como consumidores con las prestaciones del producto o servicio que venden. Es, en parte, uno de los fundamentos de su éxito.
Para ello, una fórmula recurrente es apuntar directamente a nuestros anhelos, que están hechos de una materia mucho más voluble que las características de un producto (que son limitadas y normalmente evidentes). Es cuando deciden elevar el beneficio del producto más allá de su funcionalidad y nos señalan una transformación personal irresistible.
Por eso, una colonia no nos hace oler mejor sino que nos transforma en hombres y mujeres más deseados, más capaces, más exitosos. Una bebida no nos alivia la sed sino que nos convierte en personas aventureras capaces de vivir al límite. Un seguro no nos ofrece coberturas concretas de bienes o personas sino que nos permite tener una familia feliz y una vida idílica.
En el padel ocurre también algo así. Por ejemplo, a la hora de comprar una determinada pala.
En este caso, lo normal es que reflexionemos acerca de qué tipo de jugador/a somos, qué perfil de juego tenemos, qué condicionantes físicos presentamos, qué sensaciones buscamos, y, en función de ello, elijamos el tipo de pala de padel que mejor se adapte y que más nos guste. Pero no siempre sucede así.
El problema es que ese tipo de estrategias de marketing nos puede hacer cambiar el orden de la ecuación. Aplazar la satisfacción de la necesidad para perseguir el deseo. Y no siempre resulta una decisión rentable. Pero resulta difícil no ceder a la tentación de comprarnos la pala de padel hypercontrol factor plus con tecnología Max-Contact (terminología inventada para evitar citar ejemplos concretos) que nos promete transformar tanto nuestro juego que pasaremos de no meter una pelota en un campo de rugby a manejar la bola como Sanyo Gutierrez o Patty Llaguno.
U optar por la pala de padel Total Crash con full speed 4.1, con la que pasaremos a destrozar bolas con una pegada descomunal que envidiarán Maxi Sánchez o Gemma Triay.
Del soy al podría ser
Puede que el ejemplo suene a exageración pero se trata de un reclamo real que acaba dejando su poso en nuestra mente de consumidores porque apunta directamente a nuestras aspiraciones. Esa activación de nuestro deseo nos puede llevar a realizar la elección de nuestra pala de padel a partir de la pregunta ¿en quién nos queremos convertir? Cuando deberíamos elegirla desde una cuestión más real ¿quién soy?
Cierto es que esta estrategia de marketing se produce en infinidad de productos y servicios (moda, coches, alimentación,…). Ocurre, sin embargo, que la elección de una pala de padel no apropiada a nuestro perfil, más allá de la (posible pérdida de la) inversión que hacemos en ella, puede tener como consecuencia la aparición de lesiones o el reactivamiento de antiguas dolencias (el balance, el peso, la vibración de materiales,… son factores de incidencia directa).
Por eso, no es una cuestión baladí y es importante tener claro que el punto de partida para elegir una pala de padel no debería ser el presupuesto disponible, la marca, el diseño, ni siquiera la prescripción de otros usuarios. Todo ello, sin duda, debemos tenerlo en cuenta. Pero, lo primero, es conocer lo que somos hoy y no lo que deseamos ser mañana. Cómo es nuestro juego. Qué tipo de pala nos ayuda más. Cuál nos genera mejores sensaciones. Esto es algo que nos ayudará a enfocar mejor la elección y puede que, incluso, nos ahorre dinero.