Con el público ya fuera de las gradas del Palau Sant Jordi, sin los jugadores y jugadoras presentes, los operarios se multiplican, lejos ya de los focos, para desmantelar el escenario del fabuloso Boss Barcelona Master Final, el último torneo de World Padel Tour tras diez años de brillante andadura.
La imagen, en sí misma, es una alegoría del final de una era de esplendor para el pádel profesional; en verdad, la etapa más importante en la breve historia de este deporte.
Retirada ya la moqueta, desmontada la estructura de la pista central, apagada la luz de un recinto vacío, todavía nos aferramos al ayer mientras miramos al mañana.
El ayer es aquel 2013 en el que Damm le arrebató las riendas del pádel profesional a un Pádel Pro Tour que tenía a gran parte de los jugadores enfrente. Aquella operación, que derivó en un litigio judicial que hizo tambalear a World Padel Tour en su inicio, se sostuvo sobre la misma premisa que hoy ha posibilitado este nuevo rumbo: los jugadores son dueños de su destino aunque, a veces, olviden cuál es.
Arrancó entonces una era que que, diez años después, ha dejado el pádel a un nivel que, probablemente, ni los responsables de entonces sospechaban.
La transformación del pádel en un espectáculo de masas con la apertura de grandes escenarios y la búsqueda de crecientes audiencias; la construcción de una narrativa de amplio alcance y multicanal que ha contribuido a conectar y fidelizar al aficionado; la paulatina exportación de este deporte; el apoyo al pádel femenino, aunque desigual respecto al masculino durante mucho tiempo, que terminó con la equiparación de premios, un hito histórico de corto recorrido;…
Todo ello son ingredientes de una fórmula de éxito que ha elevado el producto a un estadio que hasta hace nada no era más que un anhelo.
El mérito de World Padel Tour tiene nombres y apellidos. Muchos están, otros en cambio ya salieron, pero queda la apuesta firme de Damm por este deporte que va más allá del ámbito profesional y que no debería caer en el olvido. Su fundación, su labor de cantera, sus competiciones amateur, sus patrocinios,… El iceberg es mayor de lo que parece.
Desde luego, en 10 años hay también sombras. Algunas de las cuales ayudan a comprender el desenlace de esta historia; pero es indudable que prima el acierto. La adquisición de World Padel Tour por el fondo catarí Qatar Sports Investments (QSI) es el mejor ejemplo de ello.
Se apaga la última luz de World Padel Tour mientras contemplamos las que ya iluminan de Premier Pádel Pero conviene recordar que el punto de partida que se encuentra el circuito de Qatar y de la FIP nada tiene que ver con el que tuvo que afrontar WPT cuando cogió el testigo de PPT.
Por eso, precisamente, la vara de medir no puede ser la misma que entonces. El camino recorrido por la competición de Damm ha dejado atrás muchos obstáculos que hoy no pueden recuperarse como excusa. Todo proyecto nuevo requiere de una transición pero sin que ello sea una coartada para minimizar la exigencia.
El nuevo pádel profesional ya se mueve en grandes decorados, en los que, sin embargo, se aprecia el cartón empleado todavía en determinadas cuestiones, una simulación de nuevos tiempos que no cuela. Los jugadores son consciente de ellos, deben ser protagonistas de esta nueva época y responsabilizarse del cambio provocado.
El inicio de Premier Pádel no es una meta conseguida; más bien, una apuesta arriesgada que deben hacer buena. La obligación les apunta directamente a ellos. De lo contrario, lapidarán el resultado de los 10 años más brillantes del pádel profesional. En sus manos está.
World Padel Tour termina aquí. No así la apuesta de Damm por el pádel. Está por ver cuál sigue siendo la contribución del grupo español a este deporte y si emprende nuevas iniciativas.
Eso pertenece al mañana. El ayer y todavía el hoy corresponden a World Padel Tour, una competición que ha formado parte de los últimos 10 años de nuestras vidas. ¡Gracias!