La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no conoce, dijo el argentino Borges. No, el del pádel, no. El otro, Borges, Jorge Luis, el escritor, uno de los más influyentes del siglo XX. El aforismo sirve para rescatar, de esa penumbra que provoca el esplendor del triunfo, la extraordinaria fábula de dos tenaces soñadores, dignos derrotados hoy que, en su perseverancia, apuntan la gloria del mañana.
Antes de continuar por esa senda, quede claro que los flamantes reyes de la temporada son, de manera indiscutible, Agustín Tapia y Arturo Coello. La dupla ocupa el trono por derecho propio en este cruce de caminos entre el imperio que cae y el incierto horizonte que emerge.
Catorce entorchados, 11 en World Padel Tour y 4 en Premier Pádel (a falta del Master Final del primero, y del P1 de Milán, del segundo), coronan la prodigiosa irrupción de la alianza a la que han dado forma este catamarqueño de 24 años y el vallisoletano de 21 primaveras. Su coronación en México, hace unos días, como números uno del circuito de Damm es justa recompensa a su imponente actuación en su primer año juntos y les eleva a la categoría de excepción con guarismos que los aproximan a nombres ilustres del pádel profesional.
La narrativa principal les ilumina, sin duda, como inopinables vencedores. Sin embargo, conviene no desdeñar la fuerza que arroja el relato, por más que pueda resultar secundario, de Los Superpibes. Derrotados por la aritmética, la dupla argentina ha protagonizado una ejemplar historia de resiliencia, fe y superación que merece ser puesta en valor como identidad de la propia pareja.
“Parecía mentira que después de haber ganado tantos torneos, ahora no se nos estuviera dando, y que tengamos que ser números uno sobre la hora”. Este lamento de Tapia en el micrófono de World Padel tour, ya coronado número uno en tierras mexicanas, encierra, sin quererlo, un reconocimiento a sus dos ejemplares rivales. Porque, en efecto, en una temporada como la protagonizada por Agus y Artur, que hayan tenido que esperar hasta el último momento del último torneo para ponerle rúbrica a su reinado; en realidad, señala a quienes les han exigido hasta el final.
Los argentinos Franco Stupaczuk y Martín Di Nenno, de nuevo juntos ocho años después de su truncada primera etapa, han asombrado por sus prestaciones, sin duda, y desde luego, por su tenacidad. Ninguna otra pareja le ha sostenido el pulso de principio a fin a los dos tiránicos colosos que han gobernado el pádel en este 2023. En cierta forma, la persistencia de Stupa y Di Nenno ha salvado una temporada que podría haber sido un mónologo dictatorial de Coello y de Tapia.
Y no lo han hecho de cualquier forma. Suman siete títulos este año (seis en el circuito de Damm y uno en el de la FIP y QSI), números que en otra ocasión podrían haberles entregado la corona. El mérito deportivo de la pareja es evidente. Y, sin embargo, el verdadero valor de la historia de Los Superpibes no está en el palmarés de la temporada, sino en el carácter y en la actitud mostrada durante todo el curso.
Lo suyo ha sido un ejemplo de constancia, de confianza, de coraje. Si los campeones se elevan como la mejor pareja del año, el de Chaco y el de Ezeiza han sido referentes de competitividad. Ninguna otra dupla ha competido mejor que estos.
Di Nenno y Stupa lo han jugado casi todo y no se han permitido ni un solo despiste, ni un día malo, ni un traspié. No, desde luego, en World Padel Tour, escenario en el que nunca se han bajado de semifinales. Si acaso, el único lunar lo presentan en Premier Pádel con aquella derrota en el estreno del Major de París.
Por lo demás, siempre han cumplido, y más. Han afrontado obstáculos, adversarios y hasta prejuicios. El rastro de su trayectoria en la temporada así lo acredita, aunque no siempre haya sido reconocido.
Porque, antes de que Tapia y Coello se mostraran imbatibles, Di Nenno y Stupa ya les habían vencido. Fue en las semifinales del Major de Doha, la primera prueba del año de Premier Pádel.
Sin embargo, aquel primer triunfo pareció quedar enterrado por la victoriosa secuencia de siete títulos consecutivos que firmaron el de Catamarca y su compañero en World Padel Tour. Como si la victoria de Los Superpibes nunca se hubiera producido. Sus rivales eran señalados como los imbatidos mientras Di Nenno y Stupa, verdaderos verdugos, seguían a lo suyo, siempre dispuestos al tajo, ajenos al relato imperante.
Los argentinos comenzaron el circuito WPT 2023 con tres semifinales (Abu Dhabi, La Rioja y Chile). Eclipsada su victoria en la primera cita de Premier Pádel, el primer entorchado de los seis que terminaron logrando; tuvieron que demostrar, al principio, que podían pelear por los títulos. Lo hicieron.
Firmaron, así, tres finales consecutivas (Paraguay, Granada y Bruselas), las tres perdidas. Tuvieron, entonces, que mostrar que eran capaces de ganar un título (como si el de Premier Pádel fuese de otra época). También lo consiguieron.
En Dinamarca y en Francia, salieron campeones. Tampoco parecía valer. El discurso minusvaloró sus dos conquistas porque Tapia y Coello no participaron en ninguno de los torneos. De tal forma que el siguiente desafío les exigía lograr lo que nadie: ganarles. Pues, igualmente, cumplieron con ello. Y, además, en el escenario más desfavorable posible.
Fue en el Master de Valladolid, en casa de Coello, en una pista outdoor con mucho vuelo de pelota. Allí, Stupa y Di Nenno remontaron hasta derrotar en la final a los, entonces, invictos (en World Padel Tour) y truncaron su fabulosa racha. No fue una victoria cualquiera (4-6, 6-4 y 7-6). Aquel triunfo marcó un punto de inflexión. A los ganadores les hizo ver que estaban preparados para disputar el trono; a los perdedores les arrebató el halo de invulnerabilidad. Aviso a navegantes.
Cuatro títulos consecutivos (con el paréntesis del Open de Málaga en el que no pudieron participar por lesión de Stupa) firmaron Los Superpibes en este tramo en World Padel Tour. Cinco en seis torneos con el de Amsterdam. Doce finales en 17 torneos WPT disputados.
Empezaron asomándose a semifinales, mejoraron hasta llegar a las finales, consiguieron ganar algunas, aprendieron a vencer a los que nadie ganaba y terminaron disputando el número uno hasta el último día. Franco y Martín no se han desesperado nunca. “Nuestro trabajo es de hormiguitas”, explicó el de Ezeiza en tierras neerlandesas. Dos hormiguitas frente a dos titanes y, sin embargo, paso a paso, aprendizaje a aprendizaje, mejora a mejora, con sus armas, fieles a su identidad, no han dejado de crecer ni de creer.
Al final, no les ha alcanzado para hacer cumbre. Cerca han estado. Honor a los reyes. Pero a Los Superpibes, su admirable ejercicio de resistencia y su afán de superación sí les vale como punto de partida para la próxima temporada y, desde luego, como hoja de ruta en su camino hacia la gloria.
A ellos les marca el camino; al resto, nos sirve de ejemplo.