Tras ocho años juntos, Juan Tello y Fede Chingotto han decidido separar sus caminos en el pádel profesional.
La dupla argentina era, prácticamente, el único reducto en pie para los románticos del deporte de la pala. Los han visto llegar, crecer y, ahora, despedirse. Así se explica la conmoción que ha provocado en la afición del pádel el anuncio de esta ruptura.
Sin embargo, más allá de la cuestión emocional, el impacto real no lo provoca el hecho en sí sino el momento. Que Tello y Chingotto iban a decirse adiós era una realidad. La duda giraba en torno a cuándo sucedería.
Tras resistir numerosas tentaciones en los últimos años, la dupla, finalmente, ha dado el paso. La cuestión es que la separación se produce a dos meses del final de una temporada que, en verdad, computa como si fueran dos. Sin embargo, en una dupla como la que han dado forma Tello y Chingotto, era más previsible su continuidad hasta final de año antes de decirse adiós.
Y ello insinúa que en la ruptura confluye, por un lado, la decisión compartida por ambos de que había llegado el momento; y por otro, la oportunidad de un mercado que se agita estos días como un avispero.
La alianza, en cualquier caso, contabiliza 8 años. Una anomalía en el pádel profesional. En ese tiempo gobernaron, primero, el pádel en Argentina; y después, dieron el salto a la élite en la que se han ido abriendo espacio. Lucen un título grande (2020) y se han quedado a las puertas de la gloria en seis ocasiones más. El palmarés de la pareja, sin embargo, está por muy debajo del afecto que ha obtenido de la grada. Chingotto y Tello, dos chicos salidos de Argentina en busca de un sueño, han forjado un relato que ha encandilado a la afición.
Su amistad, reflejada sobre la moqueta en un comportamiento impecable; su entrega, sin reserva alguna en cualquier circunstancia; su respeto, en la victoria y en la derrota; les han convertido en dos de los favoritos de los aficionados, más allá de cualquier resultado. Sus victorias eran celebradas por todos, al estilo de lo que ocurrió en su momento con Javi Ruiz y Uri Botello; o en el circuito femenino, con Patty Llaguno y Eli Amatriain.
Para la gente, por encima de banderas y debates de preferencias, Chingotto y Tello han sido de los suyos.
Ya no será así. Hasta aquí llega su etapa juntos. En el Master de Buenos Aires, en casa, despedirán su trayecto como binomio. Cierto es que podía haber ocurrido hace un año o, incluso dos. El cartel de ambos jugadores ha ido adquiriendo valor en el mercadeo del pádel. Ellos, sin embargo, no han cedido. Han preferido explorar su techo unidos hasta el último momento antes que dividir su camino sin la certeza de hasta dónde podrían llegar de la mano. Eso, también, les hace diferentes.
La ruptura se produce justo en este curso, no parece casualidad, en el que la extrema exigencia de un calendario disparatado ha sometido a tensiones inéditas a todos los proyectos. En este caso, ni siquiera el dique de la amistad ha logrado resistir.
Tello y Chingotto caminarán sobre la moqueta por separado. Excepto la final de Premier Padel en Roland Garros, lo cierto es que los argentinos han estado lejos de la pelea por los títulos en este 2022. Seis semifinales y 9 cuartos de final han marcado la hora del adiós de la pareja.
El cordobés sale convertido en un poderoso revés, de pegada intimidante, que va puliendo aspectos defensivos más deficitarios. El bravo derecha de Olavarría, en cambio, representa la astucia en movimiento. De despliegue eléctrico, el chico exhibe una comprensión del juego asombrosa que le permite anticiparse a lo que sucede, una suerte con la que suple la ausencia de centímetros.
Ambos tendrán que demostrar, cada uno por su lado, si sus condiciones les dan para más de lo que lograron juntos. O dicho de otra forma, ahora comprobaremos si el ecosistema propio que forjaron, un hábitat diseñado por y para ellos mismos, multiplicaba la suma de sus talentos o limitaba su propio despegue individual.
El recorrido vital de estos dos jugadores en Argentina y fuera de su tierra ha establecido un vínculo que va mucho más allá de lo deportivo. Lo han explicado ambos en sus despedidas. “Me llevo mucho más que un compañero, me llevo un amigo para toda la vida”, afirma Chingotto.
“Éramos muy niños y nos introdujimos en un mundo que cambió nuestras vidas. Crecimos juntos, dejamos atrás nuestras familias y nos convertirnos en “hermanos” inseparables detrás de un sueño que hemos conseguido”, indica Tello.
Sobre la moqueta han exhibido en todo momento un comportamiento intachable, acorde a la relación personal que mantienen. No han tenido nunca un mal gesto o reproche de algún tipo. Todo lo contrario. Sin necesidad de pestañear, eran capaces de detectar el momento que el otro atravesaba para adaptarse y complementarse.
Así, hemos visto a Tello imponerse, valiente, cuando el acoso a su compañero era asfixiante. Del mismo modo que Chingotto ha salido al rescate cuando su compañero caía víctima de un bache en su juego. En ese sentido, su conexión ha sido plena.
En unas semanas, no obstante, tendrán que manejarse fuera de la burbuja que fabricaron, con acompañantes diferentes, sin los automatismos sobre los que han construido su identidad deportiva, con nuevos equipos de trabajo. Menos complicidad, menos comprensión, mayor presión y exigencia máxima. Un desafío para quienes han encontrado el mismo rostro a su lado todos estos años.
Para el espectador, por más que suponga una pérdida afectiva, es un atractivo más. Un alimento para una grada siempre ávida de caras nuevas. Veremos el desempeño de ambos con sus nuevos compañeros.
Hoy, en cambio, no toca hablar del relevo. Ahora es momento de disfrutar a la pareja en estos últimos torneos y despedirla como se merece.
*Foto portada: World Padel Tour.