Nuevo despropósito arbitral ocurrido en un torneo de Premier Padel. El P1 que se celebra en Kuwait ha dejado una situación tan insólita que cruza la línea del esperpento: una jugadora sacó de forma consecutiva durante seis turnos sin que el juez de silla interviniera.
El grosero error arbitral no solo apunta a su autor, un juez árbitro egipcio, si no, sobre todo, a la Federación Internacional de Pádel (FIP), responsable directa de las designaciones arbitrales, enfrascada en una disparatada estrategia de internacionalización del estamento que sitúa a sus integrantes en el centro de la diana.
Algo más que un error: una jugadora saca seis veces consecutivas
Los hechos se produjeron antes de ayer, miércoles, en los dieciseisavos de final del torneo P1 que se celebra en Kuwait. En concreto, durante el segundo y tercer set del partido que enfrentó a Virginia Riera y Carmen Goenaga, pareja 10, con las dos jóvenes promesas Martina Fassio y Raquel Eugenio.
En el sexto juego del segundo acto, la argentina Virginia Riera, tal como le correspondía, se hizo cargo del servicio. A partir de ahí, encadenó cinco turnos más consecutivos sacando. Lo hizo en el octavo y en el décimo juego de ese segundo set; y continuó en el primer juego, en el tercero y en el quinto del tercer set. Es decir, Riera hizo efectivo sus tres turnos de saque y asumió también los tres de su compañera.
Ojo con esta que es muy buena 👀😂
6 veces SEGUIDAS sacó ayer Virginia Riera en su partido sin que las contrincantes ni el arbitro se diesen cuenta de nada 😳
Simplemente espectacular 😂
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— 🎾 Padel y Cervecitas 🍺 (@padelcerveza) November 14, 2024
Ni su compañera, ni las rivales ni los entrenadores, propio y de las contrarias, advirtieron de la situación. Lo relevante, sin embargo, es que el juez de silla del encuentro permitió dicha irregularidad sin intervenir.
Lo ocurrido, desde luego, señala directamente al referente arbitral. El periodista, Alvar Madrid, en Relevo, ha contactado con Premier Padel que reconocen que se trata de un error arbitral pero no van más allá.
El árbitro, de nacionalidad egipcia, cometió un error grave. Un juez de silla, durante un arbitraje, debe llevar el marcador del partido (puntos, juegos y set), y controlar los turnos de saque que, incluso, debe ir cantando. El juez de silla de este partido en Kuwait faltó a su cometido claramente. Ni siquiera un posible error tecnológico (en el supuesto de que se hubiera producido una incidencia en las tablets que utilizan para anotar la puntuación) sirve de explicación a lo sucedido. Alguna vez ha ocurrido cierta confusión con un servicio. Difícilmente ocurre en dos durante el mismo partido. Que una jugadora sirva seis veces consecutivas es un disparate que solo tiene una justificación posible: el juez árbitro no estaba capacitado para arbitrar un partido de pádel. Menos aún del circuito profesional.
Sin embargo, más allá de que los hechos señalen, en primera instancia, al propio árbitro; lo que pone en evidencia es esa absurda estrategia de la Federación Internacional de Pádel, responsable directa de los arbitrajes en el circuito catarí, que está provocando efectos perversos.
De la culpabilidad a la responsabilidad
Lo ocurrido en Kuwait no es un hecho aislado. A lo largo de la temporada se han repetido en Premier Padel los errores arbitrales, algunos de ellos groseros; un hecho que apunta indiscutiblemente a la Federación Internacional de Pádel, competente única del aspecto deportivo de la competición y, por tanto, de la elección de los jueces árbitro que dirigen los partidos en los torneos Premier.
«Cuando vamos a los distintos países siempre intentamos utilizar árbitros locales o de países vecinos porque es importante y también nos gusta desarrollar este aspecto, trabajando en el crecimiento y desarrollo general del equipo arbitral. Seguramente ha habido errores, pero lo importante es aceptarlos y convertirlos en oportunidades para mejorar las cosas. Lo estamos haciendo, hay caminos que sirven para ello y, como el movimiento ha crecido, también veremos crecer a los árbitros”. Son palabras del presidente de la FIP, Luigi Carraro, con las que respondió a los medios durante el Major de Catar en Doha por el paupérrimo nivel arbitral exhibido en el circuito. Era el mes de marzo.
El italiano, básicamente, circunscribió los fallos a un proceso de formación y de adquisición de experiencia por parte de árbitros que aún son novatos, y asumió como necesarios los errores que se produzcan. El problema es que Carraro no contó toda la verdad. Porque, ni siquiera la FIP es capaz de ser coherente con su propia estrategia.

Internacionalización forzada
Que el pádel está creciendo a nivel internacional es un hecho indiscutible. Cada vez se conoce más, cada vez se juega más. No hay duda de ello. Otra cosa es el interesado empeño de la FIP en exagerar esa internacionalización.
Más allá de los recintos vacíos o de las notables deficiencias organizativas que se vienen produciendo en muchos de los torneos de Premier Padel; la Federación Internacional de Pádel, en su carrera hacia el olimpismo, trata de simular la apariencia de una propagación del pádel que no se corresponde del todo con la realidad. Federaciones sin actividad, entidades minúsculas (con apenas un club en todo el país), son acogidas por el organismo internacional mientras su máximo responsable, a la que puede, va actualizando la cuenta del número creciente de países adscritos en su fijación cumplir el requisito necesario para que un deporte entre en consideración por el Comité Olímpico Internacional.
En este contexto, la FIP va incorporando árbitros noveles o con experiencia insuficiente en el pádel (algunos vienen del tenis) al escenario de Premier Padel para, por un lado, que cojan vuelo; y por otro, para exhibirlos como un indicador más de la expansión del deporte. La apuesta es lícita pero tiene consecuencias. La más inmediata: el nivel del arbitraje se resiente ante la incorporación de jueces que todavía no están a la altura. De ahí que Carraro asuma que se produzcan errores durante este proceso: “Seguramente ha habido errores, pero lo importante es aceptarlos y convertirlos en oportunidades para mejorar las cosas”.
Sin embargo, a la estrategia del organismo internacional le fallan dos elementos cruciales: paciencia (de los jugadores) y valentía (de la FIP). Ninguno de los dos factores se da y ello da pie a un perverso círculo de consecuencias que sitúa a los árbitros en el centro de la diana.
La desprotección de los árbitros
Los jugadores exhiben un nivel de profesionalización cada vez mayor. En base a ello, esperan que todo lo demás esté a la altura. También el arbitraje.
Para que lo que pretende la FIP funcione, por un lado, los jugadores, principales víctimas del empobrecimiento del arbitraje, deberían asumir también esta línea de la FIP, tener comprensión y ayudar con sus actitudes en la pista. No ocurre así.
Pero, además, en paralelo, el organismo debería avalar su propio compromiso, con una elección adecuada de las nuevas figuras arbitrales (cosa que no ocurre ahora), y sobre todo, con una firme protección del estamento arbitral ante los desmanes de los jugadores. Tampoco sucede.
Más bien, al contrario. La FIP sabotea su propia apuesta con una actitud cobarde que refuerza la posición de los jugadores y pone a los árbitros a los pies de los caballos. Esto resta autoridad, provoca indefensión y genera una clara pérdida de confianza en el seno del colectivo arbitral que tienen claro que quienes deberían protegerles, los exponen, minan su competencia e inclinan la balanza del lado de los jugadores.
La impunidad de los jugadores
En este torneo de Kuwait, en el partido de octavos de final, Paquito Navarro protagonizó una acción reprobable. En un lance del juego, su rival, Javier García, amaga el remate y realiza un envío cruzado al revés del sevillano al que coge a contrapié. El andaluz no logra devolver la bola de cadete y, en su escorzo, termina cayendo al suelo. Desde la moqueta, el jugador golpea con los dos pies la malla lateral en un evidente gesto de frustración. Es una advertencia de manual. El jugador debió haber sido amonestado por infracción del código de conducta. No fue así. El juez de silla indica el tanteo y nada más. Puedes verlo aquí.
Vista la escena sin más consideraciones, es otro error del árbitro por consentir un gesto inadmisible. Sin embargo, si ampliamos el foco, se puede entender que el juez de silla no fuera más allá. No tiene respaldo alguno de la FIP a la hora de hacer cumplir el reglamento. Al contrario, se expone a algún reproche o desaire por contravenir a un jugador.
Paquito Navarro es reincidente en este tipo de comportamientos. El jugador acumula polémicas acciones a lo largo de su trayectoria, algunas de las cuales le han llevado a encararse con el juez árbitro. Una de las más sonadas ocurrió en el Master Final de World Padel Tour en 2019. Puedes recordarlo aquí.
En el pasado P1 de Madrid, el sevillano protagonizó otro incidente al recibir un warning por agarrar y levantar la red. Como ya tenía uno, la amonestación le hizo perder el punto. El público, pese a que la decisión arbitral era incuestionable, clamó contra el juez árbitro mientras Paquito, con expresiones como “es una puta vergüenza”, le dio rienda al show. Aquel episodio pudo haberle costado el partido si el juez de silla se hubiera atrevido a cumplir el reglamento con rigor. El sevillano, incontenible, contaba con dos advertencias en el encuentro. La tercera le hubiera supuesto la derrota. El árbitro soportó cinco minutos de abucheo de la grada. No se atrevió a más.
El jugador andaluz y su compañero terminaron perdieron el partido ante Lebrón y Di Nenno. No tuvo sanción alguna (al menos, conocida), por parte de la Federación Internacional de Pádel.
En Kuwait, esta semana, el juez árbitro que vio cómo el sevillano golpeaba la malla lateral desde el suelo con los dos pies sin venir a cuenta, no quiso saber nada de la acción. Hasta cierto punto es comprensible.
En el Major de Qatar, allá por el mes de marzo, Juan Lebrón protagonizó una salida de tono inadmisible. El gaditano y su entonces compañero, Ale Galán, perdieron ante Javi Garrido y Miguel Yanguas. Una tardía petición de revisión del saque de Lebrón por parte de Yanguas desató al de El Puerto de Santa María. “¿Qué? Vete a tomar por culo, Yanguas, de verdad.” La cosa se desmadró. El juez árbitro pidió la revisión y decretó falta de pie. “¿Es falta de pie? ¿Qué me estás contando? Vete a tomar por saco. ¿En serio me lo estás diciendo? Si no has arbitrado nunca. No sabes lo que es una falta de pie ni nada» le gritó el andaluz al juez de silla sin que recibiera ninguna amonestación. La tensión fue en aumento y dejó una imagen tremenda. Con el juego ya parado, Lebrón dio un pelotazo a la pared justo en dirección donde estaba Yanguas. Después se encaró con el entrenador de este, Juani Mieres, que fue a recriminárselo. El episodio fue de tal bochorno que Galán tomó la decisión, horas después, de romper con Lebrón.
Lo relevante de aquello, más allá de lo deportivo, es que Juan Lebrón pudo acabar el partido. El juez árbitro no se atrevió a aplicar el reglamento como correspondía pese a la evidente falta de respeto. Pero, desde su perspectiva, hizo bien. No tardó en confirmarlo.
Unas horas después, en rueda de prensa, su jefe, el presidente de la Federación Internacional de Pádel, Luigi Carraro, dejó clara la línea a seguir. “Como presidente de la FIP hay procedimientos que siempre se cumplen al final del partido y habrá informe arbitral y a partir de ahí se analizará. Pero desde el punto de vista de aficionado y jugador amateur, cuando los deportistas están luchando por ganar 2000 puntos es normal que el deportista tenga tensión y la otra persona, el entrenador de la pareja Yanguas Garrido (Juani Mieres) fue jugador hasta hace poco así que se han juntado dos deportistas que han tenido altercado de emociones. Lebrón pidió disculpas públicamente y eso hay que valorarlo”.
El insólito pronunciamiento de Carraro no fue casual. El máximo responsable de la FIP no esperó siquiera a que el asunto llegara al Comité de Disciplina, órgano supuestamente independiente, y dejó definida la línea de actuación. Nunca hubo sanción a Lebrón.
Una semana después, en el P1 de Acapulco, Lebrón volvió a cruzarse con Yanguas. Al finalizar el encuentro, con victoria de este y de Galán, el gaditano se cobró la factura. En la red, en el momento de saludar a los rivales, se quitó la camiseta y la exhibió a los rivales.
El episodio y la ausencia de consecuencias disciplinarias evidenció un mensaje doble: barra libre para las protestas de los jugadores; pérdida de autoridad para el estamento arbitral.
En efecto, los jugadores son conscientes de la impunidad de la que gozan y hacen gala de ella. En el Major de París, una falta de pie provocó un nuevo arrebato de Lebrón contra el juez de silla. El jugador pidió explicaciones de forma airada, incluso, llamó al supervisor del torneo y llegó a golpea la silla del juez en dos ocasiones. Recibió un warning por ello. La revisión de video ratificó la decisión arbitral. Lebrón, contrariado, le llamó “sinvergüenza” en varias ocasiones. No pasó nada más.
El jugador se fue del partido por completo (encajó un parcial de 7-0 hasta perder el partido contra Galán y Chingotto) pero no se olvidó del árbitro. Protagonizó otro desplante al juez de silla por otra decisión que no compartía. Le llamó “tonto”, según Relevo, y afirmó “este no se entera de nada”. No tuvo consecuencias y pudo acabar el partido.
Dos semanas antes, Fernando Belasteguin protagonizó otro incidente. En una bola dudosa, el de Pehuajó montó en cólera. En su opinión, Yanguas no tocó la pelota en su intento de devolver un remate. Para el granadino, sí había tocado. Juan Tello, compañero de Bela, paró el punto. El juez de silla, tras la revisión de video, decretó que Yanguas tenía razón. Bela paró el partido y se puso a gritar. “Que baje el director del torneo porque eres malísimo. El que dijo que fue buena, dile que venga porque es una vergüenza«.
Al reanudarse el juego, Bela le espetó al juez de silla: «Para que te lo voy a pedir si eres malísimo». Luego añadió: “Quiero saber el nombre del compañero que estaba en el video”. No hubo consecuencia alguna para el jugador. El árbitro no se atrevió a frenarle en ningún momento.
Al terminar el partido, uno de sus rivales, Franco Stupaczuk, aprovechó la entrevista en el micrófono oficial del partido para señalar al estamento arbitral. «Quiero pedir disculpas por las bolas dudosas. Todo el partido fue así. Creo que los árbitros deben tener una rectificación, un toque de atención porque los jugadores estamos dentro de la pista con las revoluciones a 10.000. Vamos a pedir todas las pelotas que sean importantes. La decisión es externa a nosotros». En su discurso, Stupa reclamó que “el árbitro debe tener más protagonismo y empezar a tomar decisiones tanto en saques, en dobles golpes… No podemos ser los jugadores los que tengamos que cantar las pelotas. Sé que es un fastidio y es difícil”.
El chaqueño erró. Los árbitros toman decisiones. El asunto está en que los jugadores no las respetan. La clave es por qué. El propio Stupa respondió esa pregunta al finalizar su intervención: “Creo que los árbitros tienen que mejorar bastante el nivel. Soy muy claro y muy sincero porque nos vemos afectados nosotros y luego tenemos problemas con otros jugadores”.
A falta de un mes para terminar la tercera temporada de Premier Padel, la primera del circuito catarí en posición hegemónica, no se conoce sanción alguna a ningún jugador. Mientras los deportistas retuercen el reglamento y ponen a prueba la autoridad de los jueces árbitro; estos, muchos de ellos de un nivel insuficiente, ni siquiera encuentran respaldo en el organismo que les designa. A los árbitros los lanzan a la arena sin armas para medirse a quienes gozan el factor del público. Es una lucha desigual. Lo peor es que quien debe defender al colectivo, la FIP, no es que les dé la espalda, es que se alinea con sus verdugos termina bajando el pulgar para su ejecución.
Stupa lo dejó claro en su intervención. El problema son los árbitros, el eslabon más débil. El jugador no se atrevió a señalar el verdadero epicentro de todo: la Federación Internacional de Pádel.
La FIP, con sus designaciones, empeora el arbitraje del circuito. Los jugadores reclaman mejoras en este sentido y la emprenden con los árbitros, pero no se atreven con la Federación Internacional ni con el propio circuito. La FIP, en lugar defender al colectivo, de reforzar su autoridad, tolera los agravios de los jugadores contra los árbitros que sirven de parapeto. El estamento arbitral, los que no están preparados por verse en un escenario que no les corresponde, y los que sí lo están porque están bajo sospecha por las circunstancias; lo sufre sin poder hacer nada.
Y Premier Padel, por supuesto, guarda silencio.