Llegó el primer plante. A la cuarta ha ido la vencida. La cuarta temporada, claro. O la segunda, según interese para el relato. El caso es que el pelotón de jugadores ha dado la espalda al P2 de Gijón, la primera cita de la temporada de Premier Padel en España. Ni un solo jugador del top-50 se ha inscrito en el torneo. Y mira que le han puesto empeño desde el circuito y desde la Federación Internacional de Pádel para evitar el descalabro.
Han hablado con ellos, les han escrito, les han pedido, les han presionado, les han advertido y les han amenazado (directamente y a través de sus propios patrocinadores). Hasta les han hecho (más) promesas a la desesperada. Nada. Esta vez, no hubo salto de fe.
El año pasado, los jugadores ya plantearon una medida similar con el P2 de Génova. Allí, en pleno territorio Carraro, saltaron las alarmas hasta el punto de que el circuito, durante el Major de Italia, montó deprisa y corriendo un teatrillo que bautizó con el claim de Premier 2.0 y lo llenó de buenos propósitos, mejoras de enmienda y varias promesas.
Esto fue en julio. Medio año después, los jugadores han descubierto que aquel esperpento estaba hueco. Puro fuego de artificio. Ahora, el petardazo lo han dado ellos.
Se queda Gijón sin ver a los mejores. Hay lío. Quejas de los espectadores, algarada política por el gasto del Ayuntamiento, negociaciones por un canon que no ofrece el retorno prometido, y un circuito que trata de, perdido el pulso, deformar la narrativa para señalar a los jugadores. ¡Qué malos son! ¡Caprichosos! ¡Irresponsables!

Desde Premier deslizan en sus medios de cabecera que el pádel está en peligro, dibujan un escenario apocalíptico, el sueño olímpico está en riesgo, el Major de París sin firmar, y ante esto, dejavú, amenazan con emprender acciones legales. Qatar al rescate.
Consumado el fiasco, Joan Cuscó, presidente de Octagon (empresa adjudicataria de los derechos de las pruebas en España), comparece en Radio Marca para lamerse las heridas y darle forma al relato. “Necesitamos ser todos un poco más generosos. Igual que nosotros extendemos la mano para negociar, ellos (los jugadores) tienen que tener más generosidad”. El hombre le añade dramatismo: “Nadie se negó a buscar soluciones. Ahora bien, cuando se te pone una pistola en la cabeza estamos en otra situación”.
Lo que Cuscó ve como “una pistola en la cabeza” del circuito, en realidad es una soga en el cuello de los jugadores que ven cómo, tras la última patada de Premier y de la FIP al modelo organizativo, les han apretado todavía más el lazo.

Esta temporada amaneció con la decisión de la Federación de Internacional de Pádel de reducir el tamaño de los cuadros de juego de Premier; o lo que es lo mismo, de acotar las opciones de muchos jugadores de acceder al escenario grande. La medida privilegia a los mejores hasta el punto de que, por ejemplo, Coello y Tapia o Galán y Chingotto debutaron, directamente, en tercera ronda del reciente P1 de Ryad.
Es decir, la FIP ha blindado a los top y ha estrechado el embudo de acceso a Premier para el resto, sin adaptar a la nueva situación la puntuación y los premios del FIP Tour, un circuito de que sirve de base y trampolín a quienes buscan una sendero para estar entre los mejores.
El esperpento de la FIP se resume en un hecho: con la temporada iniciada y seis torneos FIP celebrados, el organismo internacional anunció una modificación de la estructura del circuito FIP. Por obra y gracia de Carraro, este año una misma prueba del FIP Tour concede diferentes puntos si se juega en enero o en marzo.
En ese limbo provocado por el organismo internacional yacen muchos jugadores, sufragando de su bolsillo sus aspiraciones deportivas por medio mundo, con patrocinios menguantes, escaso retorno y nulas posibilidades de colarse en Premier por la rendija del sistema. De ahí que el éxodo haya comenzado. Pero Cuscó solo ve la pistola.
Este es, apenas, el último episodio de un descontento creciente del que, hasta ahora, apenas había migajas. Una queja en redes por aquí, un comunicado suelto por allí, una leve insinuación en alguna entrevista no vaya a ser que… Pero todo apuntaba hacia el mismo lugar.
La Asociación de Jugadores Profesionales de Pádel, PPA, despeja las dudas: FIP. Nada nuevo. Aunque mantiene diferencias con Premier, su diana está en el ente federativo, juez y parte de todo, con un Carraro omnipresente y omnipotente, blindado en la poltrona federativa mientras agita el señuelo del olimpismo, la zanahoria con la que aspira a mover el carro en la dirección que más le conviene (a él).
Hoy, con el eco del sopapo todavía en el ambiente, los jugadores son señalados desde el circuito, desde la FIP, y se suman a la carroza acusatoria algunos patrocinadores que refuerzan el malestar de parte de la afición española. ¡Culpables!, les gritan mientras algunos reclaman castigo.
En efecto, los jugadores lo son pero no de lo que les imputan. Del boicot al P2 de Gijón, los jugadores solo son responsables. Son culpables de ingenuidad, de ciega ambición, de imprudente inocencia para firmar lo que no entendían y que ahora quieren revisar. Y, por supuesto, son culpables de no saber comunicar, de incapacidad de explicar los hechos que ponen en evidencia a un circuito que les ha mentido en lo sustancial. “El circuito de los jugadores”.
El ruido de la polémica disimula lo mollar: ¿a qué juegan QSI y la FIP? Cuatro años después de meter sus zarpas en el pádel profesional, todavía son incapaces de explicar de qué va Premier Padel, más allá de las proclamas propagandísticas. Por no haber, no hay ni reglamento. “La excelencia”, esgrimen como bandera vacua sin más rumbo que el que provocan los constantes bandazos, a ver si en uno aciertan. Triste.
Cuando alentaron la rebelión de los jugadores para provocar un cambio de manos en el pádel profesional, cuando adquirieron World Padel Tour para enterrar 10 años de historia en un pozo en el desierto, ya sabíamos que tenían dinero. Lo que esperábamos era que, además, tuvieran ideas. Buenas, a ser posible. De momento, lucen más las ocurrencias.
El año pasado, el primer curso de Premier Padel en posición hegemónica, ya hubo una tentativa de motín por los jugadores. En este inicio de temporada, el aviso se ha materializado. Porque, en efecto, la ausencia en Gijón es una advertencia, un recordatorio de su poder: sin ellos, no hay pádel.
Basta tener memoria. Lo supo Padel Pro Tour cuando los jugadores decantaron la balanza en favor de World Padel Tour en una operación narrativa que terminó en los juzgados.
Lo sufrió Fabrice Pastor con aquella ensoñación propia que duró lo que tardaron los jugadores en mirar hacia otro lado. Lo comprendió el circuito de Damm cuando estos les bajaron el pulgar y abrazaron la nueva fe del petro-dólar. Antecedentes hay de sobra. QSI y la FIP, que ya deberían saber que los contratos firmados en el pádel están sobrevalorados, harían bien en escuchar a los jugadores antes de que una nueva opción emerja.
Hoy, aquellas palmadas de apoyo a los jugadores por incumplir sus compromisos con el anterior propietario, son dedos acusatorios y palabras de reprobación. Pero los protagonistas son los mismos. Solo ha cambiado el circo. Más que un apocalipsis, es una mera catarsis que abre camino. Otra más.
Gijón no tendrá a los mejores pero sí estarán ellas. Todas. Ajenas a la lucha. Dóciles, agradecidas, complacientes con lo que les caiga. Ni el calor, ni los horarios, ni los premios, ni la visibilidad, ni la reducción de cuadros,… nada altera el silencio de un pelotón de jugadoras dirigidas desde el miedo a perder lo que tienen aunque sea a costa de no aspirar a lo que merecen.
P.d.: Que sí que nos repiten que la ausencia de los mejores jugadores en el P2 Gijón podría provocar una hecatombe impredecible en el pádel. Vale. Pero conviene no olvidar que este torneo tan importante por el que muchos se rasgan las vestiduras fue un apaño. Ni siquiera figuraba en el calendario que sacó Premier a finales de año. De hecho, se anunció con apenas un mes de antelación y sacaron las entradas a la venta de prisa y corriendo. Pobre Velasco.
