La polémica surgida en torno al Mundial de Menores es el enésimo episodio de esta época de absoluto caos federativo.
Parece que, finalmente, habrá campeonato aunque, en el camino, han vuelto a aflorar las guerras intestinas, las pugnas de intereses e, incluso, las rencillas particulares que están sacudiendo el pádel desde hace años.
Porque, efectivamente, esta ponzoña que ensucia a un deporte tan joven no es de hace dos días.
El último capítulo surgido a propósito de este Mundial de Menores ha servido para constatar la situación en la que se encuentra la FEP y la deriva en la que está inmersa su presidente, dispuesto a sacrificar lo institucional por el interés propio.
Alfredo Garbisu es hoy un dirigente desnortado. Con las arcas de la federación tiritando, sin apoyos y sin capacidad para tender puentes, se ha entregado a la pelea con cualquiera que obstaculice sus aspiraciones particulares, incluso a costa de dilapidar aún más el maltrecho prestigio de la institución que preside.
Su actuación en el embrollo del Campeonato del Mundo de Menores es ejemplo de ello. En contra de lo que ha pretendido mostrar, su comportamiento ha estado muy lejos de lo que corresponde al máximo dirigente del pádel español.
Garbisu ha tratado de posicionarse, al mismo tiempo, como víctima, acusador y salvador en esta historia cuando, en realidad, ha protagonizado una acción torpe y chabacana que solo alcanza a explicarse desde dos puntos de vista, a cada cual peor: la incompetencia o la mala fe.
La elección del prisma depende del grado de credulidad de cada cual pero ambas convergen en el mismo destino: la irresponsabilidad.
A 17 días de la celebración del Mundial de Menores 2019, el dirigente español ha decidido arrojar sombras sobre la validez de la prueba. Cuenta que han sido cuatro países (Senegal, República Dominicana, Canadá y Suecia) quienes se han percatado de una posible irregularidad porque la asignación de la prueba a la Federación Valenciana por parte de la Federación Internacional de Pádel no fue aprobada por su Asamblea, como es preceptivo.
Ha sido el propio Alfredo Garbisu quien ha desvelado esta información utilizando la web de la FEP para hacerla pública y poner en la diana, sin reparo alguno, al presidente de la FIP, Luigi Carraro.
Pero ¿cómo es posible que suceda esto a escasos días del inicio? ¿Por qué no se ha percatado nadie hasta ahora de esta circunstancia? ¿Qué ha hecho en todo este tiempo la FEP como federación del país anfitrión? ¿Cómo es que sí se han dado cuenta de ello cuatro países con representación menor en el campeonato (de hecho, dos de ellos ni están presentes)?
Más allá de si, efectivamente, la FIP ha cumplido o no (y algo de chapuza hay, desde luego, en la actuación del organismo internacional), el relato construido por Garbisu tiene un problema: no resulta creíble y, en caso de que lo sea, le deja muy mal parado a él y a la institución que preside.
Durante meses (desde que se aprobó en abril la solicitud de Valencia para organizar el Mundial), la FEP pareció no querer atender este tema hasta que, dos semanas antes de empezar, cuatro países alertan sobre la posible nulidad del campeonato. Y la FEP, ajena a ello pese a que la prueba es en su territorio, difunde la noticia (ni siquiera las cuatro naciones denunciantes lo hacen), se sitúa como perjudicada, señala a la FIP como responsable y no ofrece ninguna explicación más sobre su silencio en todo este tiempo.
Cuenta Garbisu que la FIP le ha mantenido al margen de la organización de un Mundial de Menores que concedió a Valencia (una de las federaciones que abanderan el pulso permanente contra él), en detrimento de Andalucía (uno de sus aliados iniciales hasta que le abandonó). Le critica por ello ahora pero no explica su aparente desinterés por una prueba que tendrá lugar en su territorio y a la que presentará a sus equipos nacionales (a los que el presidente de la FEP, por cierto, da públicamente por ganadores en una falta de respeto a todos los países participantes).
¿Acaso no cuida la Federación Española a qué competiciones y de qué manera envía a su cantera? ¿Si Suecia, Canadá, República Dominicana y Senegal no alertan de la posible nulidad de la prueba, hubiera enviado la FEP a sus jugadores y jugadoras a un mundial sin validez?
Esta versión tiene, de por sí, ingredientes suficientes para cuestionar la gestión del presidente español en este tema. Pero, con una FEP en situación económica crítica, con sus apoyos internos dilapidados y un futuro sombrío, ya no quedan demasiadas dudas de la escasa diligencia de Garbisu al frente del ente.
Lo peor es que todo apunta a una maniobra diseñada para arremeter contra Carraro, a quien el dirigente vasco ni siquiera votó en su día, y cuestionar así su capacidad al frente de la presidencia en la FIP.
Cuesta creer que el español no se hubiese percatado antes de que la asignación del Mundial de Menores no había pasado por la Asamblea General de la FIP (en la que está presente España). Más bien, al contrario. Parece que ha dejado correr el tiempo para agotar el margen de maniobra de una Federación Internacional que tratará de enmendar su posible error con una insólita aprobación in extremis durante la celebración misma de la prueba.
Esa oportuna reclamación de esos cuatro países amigos le ahorra a Garbisu tener que ir contra una prueba que se disputa en su propio territorio y le permite presentarse como salvador.
Efectivamente, en el último comunicado, la FEP confirma la participación de España en la prueba de menores, vuelve a culpar a Carraro y se erige en la solución del problema. Pero la realidad es que Garbisu no ha querido resolver este asunto sino ponerlo en evidencia.
Aunque de rebote salpican también a la Federación Valencia de Pádel, las dudas en torno a la celebración del Mundial de Menores buscan poner en entredicho a la FIP de Carraro.
El mandatario español nunca ha escondido su interés por lo internacional. Desde el principio, se entregó a ello, incluso cuando ya afloraban las complicaciones y surgían los conflictos con algunas territoriales españolas. Pero es ahora, que sabe que no tiene más recorrido en clave interna, cuando sus aspiraciones internacionalistas han cobrado más fuerza.
Las elecciones en la FEP serán a principios de 2020 y Alfredo Garbisu no cuenta con crédito ni parece tener apoyos para encabezar una nueva candidatura. O busca salida fuera o ha encontrado una distracción para sus últimos meses en el cargo.
En 2018, ya trató de derribar al anterior dirigente de la FIP, Daniel Patti, y, ahora, intenta hacer lo mismo con Carraro. No fue el candidato que eligió para la FIP y no tiene sintonía con él. Más bien, lo percibe como un escollo para sus intereses (y los de sus aliados) y se ha propuesto desmontarlo.
Garbisu ha impulsado, junto a Ricardo da Silva, presidente de la Federación Portuguesa y su principal apoyo, la Asociación Europea de Pádel (EPA). Desde esa atalaya, en alianza con el reaparecido Fabrice Pastor, al frente de la recién creada Federación Continental Americana de Pádel (CAPF), ha construido un centro de contrapoder que amenaza la posición de la Federación Internacional de Pádel (que no reconoce a ninguna de las dos entidades).
La contraprogramación del Campeonato de Europa de Pádel de la FIP (la prueba oficial) con un torneo oficioso impulsado por la EPA en la misma fecha y en distinta sede, es algo más que un simple boicot; se trata de un desafío para medir las fuerzas del propio Luigi Carraro.
A ello le añade ahora la polémica por el Mundial de Menores, un nuevo torpedo dirigido a la FIP que parece anunciar que la escalada de acciones contra el dirigente italiano no se detendrá aquí. La operación de acoso y derribo está en marcha.
El problema es que todas estas cuitas se dirimen a costa de la imagen institucional de la Federación Española de Pádel. Y a Garbisu, eso ya parece importarle muy poco.
La Carta Abierta al presidente de la FIP que Garbisu ha publicado en la web de la FEP, en un tono impropio de su condición, es otro paso más de su estrategia de confrontación directa con Carraro y un nuevo ejemplo de la pérdida de papeles que protagoniza el directivo vasco como presidente del máximo ente federativo del pádel español.
Sus prioridades parecen estar claras y no se detendrá ni ante un posible perjuicio a la cantera del padel, como ha quedado demostrado en ese irresponsable y vergonzoso pulso entre la FEP y las federaciones de Valencia y Cataluña que ha dejado a menores sin poder competir en un torneo oficial.
Garbisu ha fracasado al frente de la FEP. Y es consciente de ello aunque no se responsabilice. No ha logrado resolver las principales cuestiones que tenía por delante, por más que, desde el principio, haya encontrado un campo minado por parte de quienes le creían un guiñol con pronta fecha de caducidad. Aun así, ha sucumbido a innumerables reyertas institucionales y, en muchos casos, las ha avivado con decisiones arbitrarias y sin consenso que han desconcertado, incluso, a los que tenía a su lado. Deja una institución en peor situación que la que cogió.
Por eso, ahora, mientras se entrega a sus confabulaciones internacionalistas, la FEP se aproxima aún más al precipicio, asfixiada en lo económico y con un lastre que ni siquiera aliviarán los próximos comicios: una estructura insostenible, una asamblea muy fracturada y una red de conspiraciones despreciables por parte de muchos que sientan precedente y complican el borrón y cuenta nueva.
Con el pádel en plena expansión internacional, la FEP sucumbe a un escenario dantesco que espanta a las marcas y oscurece el futuro de la institución.
Desde hace tiempo, hay demasiado juego sucio en torno a la Española. Pero ahora las formas ya han saltado por los aires definitivamente, y la pelea, soterrada durante un periodo, ocupa ya el centro de la escena. No es sólo culpa de Alfredo Garbisu, aunque él no haya sabido reconducirlo.
La ausencia de debate serio ha convertido las redes sociales en un ágora institucional en el que la hipocresía y la demagogia han sustituido a los argumentos. Ahí, se despachan a gusto algunos de los dirigentes críticos contra el presidente de la FEP y protagonizan discursos indignos del cargo que ocupan. No importa. La defensa de cada bandera justifica ya cualquier afrenta incluso contra la honorabilidad de las instituciones. No hay límites desde hace tiempo.
Pero, ¿será posible restituirlos algún día? El caso es que todos tienen mucho de qué avergonzarse aunque no todos parezcan tener la misma capacidad de sentir vergüenza.
Las elecciones de 2020 permitirán barajar de nuevo. Garbisu, en principio, ya no estará. El problema es que las demás cartas son las mismas, la mayoría están marcadas desde hace tiempo, y ahora, además, están manchadas.