Esa bajada de pared de Patty Llaguno estrella en la red algo más que la pelota. Ahí se queda el partido que ella y Eli Amatriain estaban disputando, la semifinal del Estrella Damm Master Final 2020. Un duelo que pudieron ganar hasta en cinco ocasiones y lo acabaron perdiendo ante Alejandra Salazar y Ariana Sánchez.
Pero, sobre todo, en esa malla divisoria se confirma lo que sabemos, lo que intuimos, lo que negamos por más que resulte inevitable. Ahí, en ese instante, concluye una historia ejemplar de entrega, sacrificio, lucha, sufrimiento y amor. Esa última pelota que ya no pasa al otro lado convierte nueve años en un relato finito, cerrado, sin más opción de continuidad.
Y es justo ese momento, cuando el marcador resuelve definitivamente la incógnita de un tremendo partido y decreta vencedoras y vencidas, el que nos permite asistir a la última conquista de Patty y Eli, el mayor título que un deportista puede conseguir y del que muy pocos son merecedores: el reconocimiento pleno.
El último partido de Patty y Eli
La secuencia da forma a un epílogo conmovedor, a la altura de la huella imborrable que esta pareja ha ido forjando en este deporte.
Esa salida de pared directa a la red es la última pelota que Patty Llaguno y Eli Amatriain han jugado como pareja. A partir de ahí, el resultado pasa a segundo plano y es la emoción la que gobierna la escena. Sin estridencias ni exageraciones.
Las ganadoras, Alejandra Salazar y Ariana Sánchez, estremecidas aún tras un agónico triunfo, rinden su propio tributo a sus desconsoladas adversarias, el último, el más sentido. No son las únicas. La grada detecta la trascendencia del momento y lo reconoce de inmediato. El público, en pie, regala una ovación, la última que Patty y Eli disfrutará como dupla.
El protocolo de World Padel Tour, aquel que dirige sus focos a la pareja triunfadora tras cada partido, salta por los aires. Sin photocall y con las vencedoras esperando, por primera vez hablan las que han perdido. Es el momento de Patty y Eli, aunque no lo hayan buscado. La riojana, incluso, pide perdón a sus rivales por ello, una muestra más de su categoría humana.
Las dos jugadoras apenas pueden articular palabra. Hoy ya no le sirve a Patty su coraza. Han tenido el triunfo muy cerca, la opción de prolongar un día más su despedida, la última posibilidad de luchar juntas por un título; en cambio, se dicen adiós con una derrota cruel.
En esta situación, muchos hubieran rechazado esa improvisada invitación del micrófono oficial y hubieran buscado refugio en la soledad del vestuario. Pocos hubieran podido disimular el mal trago. Ellas, en cambio, se recomponen como pueden y nos regalan el episodio final de un trayecto inolvidable. Sin lamentos, ni reproches, entre lágrimas y con la naturalidad de siempre, ofrecen reconocimiento a sus rivales y agradecimiento al público y a sí mismas por el viaje compartido. Es la última lección de Patty y Eli. Solo ellas podían tener un final así.
Con esa escena finaliza todo. No volverán a asomarse a una pista de pádel como pareja.
Sí, Patty y Eli se separan pero lo hacen con la condición de invictas. Han perdido muchas veces en el marcador pero jamás han traicionado su identidad. Por mas dolorosa que fuera la derrota, y han sufrido unas cuantas, siempre han permanecido en pie, respetuosas, generosas, agradecidas, comprometidas. Han peleado hasta la última pelota y han respetado hasta la última adversaria. Siempre fieles a sí mismas, siempre ejemplares. Y ese es un legado imborrable, una enseñanza que, en tiempos de tanta impostura, trasciende el pádel.
La alianza de estas dos jugadoras comenzó en 2011 y termina en esta semifinal del Master Final de 2020. Llevaba tiempo rota pero ambas han mantenido su compromiso de manera intachable hasta esa última bola. Sin malas caras ni malos gestos. Trabajo, esfuerzo y entrega sin reservas.
Puestos a soñar, el periplo de esta dupla, que dominó el ranking en la primera temporada de World Padel Tour, podía haber terminado con la final del Master Final. Incluso, con el título, ese que se les resiste desde hace cuatro años. Verlas despedirse en Menorca con el trofeo de maestras hubiera sido un final glorioso. Hoy resulta tentador recurrir a aquello de que “el pádel les debe una…”! Pero, en verdad, esta dura derrota, con esa remontada de Las AS que levantan un 5-0 en contra en el segundo set y salvan 5 match-ball, nos ha concedido, por última vez, el privilegio de apreciar quiénes son Patty y Eli y todo lo que representan.
Su manera de encajar los golpes, de sufrir (y de esto saben bastante), de pelear, de levantarse, de aprender de sus rivales, de ser mejores y hacer mejores a las demás. Todo ello las hace únicas.

El maestro Martín Echegaray reflexionaba hace unos días en un excelente artículo de recomendable lectura acerca de la pasión y el éxito, del esfuerzo y la gloria en el deporte, y más en concreto, en el pádel. Lo cierto es que se hubiera podido ahorrar algunas líneas exponiendo el caso de esta pareja, un asunto digno de estudio, casi paradigmático.
Porque la dimensión de Patty y Eli no la mide un marcador ni un palmarés. Llevan cuatro años sin poder levantar un título. Sin embargo, no es la derrota o la victoria lo que las define como pareja sino la forma reconocible que tienen de afrontar ambas; la exigencia que se imponen a sí mismas y a sus contrarias; el respeto que tienen a cada rival y, por extensión, al pádel. Tienen talento y trofeos de sobra, pero lo que las distingue como pareja es que encarnan lo mejor del deporte, lo dignifican.
Por eso, el gesto de sus rivales, Alejandra Salazar y Ariana Sánchez, lo resume todo a la perfección. Esta semifinal del Master Final también pudo ser para Las AS su último partido como dupla ya que no continuarán en 2021 juntas. Sin embargo, tras más de tres horas y un agónico ejercicio de supervivencia; en lugar de celebrar un triunfo que, por momentos, pareció impensable, ceden los focos a sus adversarias en un ejemplo de grandeza sincera. No son las únicas. Antes lo hicieron Las Martas, y Gemma y Lucía; Bea y Paula; y tantas otras. Todas devuelven a Patty y Eli lo mejor de sí mismas, tanto dentro como fuera de la pista.
También las reconoce el público. Hoy en las gradas de ese Pabellón Menorca, como antes lo hizo el de Vigo, o el de Logroño, o el de Alicante… Y lo hacemos también muchos de los que estamos al otro lado de la pantalla, conectados por el lazo invisible de nuestras lágrimas, conscientes de asistir a un final aun cuando algunos ni lo supieran.
Patty y Eli se separan después de nueve años juntas. Su alianza fuera de la pista les ha pertenecido siempre a ellas. Su complicidad como pareja de pádel, no. Al menos, ha sido también en parte nuestra. Nos lo hemos ganado. Con ellas, hemos anhelado cada triunfo y sufrido cada derrota, nos hemos asomado a cada abrazo, hemos compartido cada sonrisa, hemos gritado en cada punto, y le hemos dado eco a cada lamento. Pero, sobre todo, hemos aprendido de cada instante. Es lo que nos quedaba a quienes, en todos estos años, hemos querido ser como Patty y Eli aunque no nos ha alcanzado.
Por eso ahora, aunque hayan decidido disolver la dupla, no podrán arrebatarnos todo lo que nos han dado.
Cada una emprenderá aventura lejos de la otra. Ya tienen nuevas compañeras para 2021. En verdad, no importan los nombres, ya no serán Patty y Eli, la única pareja capaz de enseñarnos a ganar hasta en las derrotas.
Esta ruptura nos despierta de un sueño, nos expulsa de una historia única, nos desconecta de una forma diferente de ver y sentir el deporte.
Costará escribir una crónica sin equivocar los nombres; resultará difícil verlas celebrar un punto con otra compañera; será complicado presenciar un duelo entre las dos con la red de por medio.
Pero, al menos, nos queda el consuelo de que ambas, aunque sea cada una por separado, seguirán haciendo grande el pádel.
Patty, Eli, gracias por tanto.
