Esta vez, Fernando Belasteguin llegó tarde. Cuando le tocó hablar ante el micrófono oficial de World Padel Tour, sus palabras ya eran en vano. Fueron sus propias acciones las que dejaron claro el verdadero significado de lo ocurrido en la final del Estrella Damm Master Final 2020. Sus esfuerzos por tratar de explicarlo ya no tenían sentido.
El de Pehuajó, con el título ya conquistado, habló de suerte, en concreto, de la que, según dijo, él ha ido teniendo a lo largo de su trayectoria en el pádel al poder disfrutar de momentos como el que estaba viviendo ahora.
El discurso pareció sincero, sí, pero no encontró acomodo con lo que acababa de ocurrir en esa pista central del Pabellón Menorca. Nada de lo que sucedió en ese escenario; en realidad, casi nada de lo que le ha ocurrido en sus 26 años de trayectoria profesional, ha tenido relación con la suerte.
Fernando Belasteguin: maestro de maestros
Bela hizo referencia a la oportunidad de celebrar el fin de etapa junto a Agustín Tapia con el título de maestros y lo señaló como si fuese un privilegio de la fortuna, casi como un capricho del destino. Minutos antes, el argentino había ofrecido una exhibición ante la mejor pareja de la temporada.
Pese a su esfuerzo verbal por reconducir el relato, sus palabras perdieron el pulso frente a sus hechos.
Porque lo que Fernando Belasteguin hizo en esa pista central no fue simplemente ganar otro título. El jugador acumula 223 en su carrera. Este es el octavo Master Final que gana (el tercero en la era World Padel Tour) de 14 disputados.
A Bela ya no se le mide a través del ranking o del palmarés. Eso queda para los aspirantes del presente. Él hace tiempo que trascendió todo ello. Libra su propia batalla. Aunque le vemos enfrentarse a sus rivales en cada partido, pelear por cada bola, pugnar por cada título; en realidad, todo ello forma parte de su lucha particular contra el tiempo, el mayor desafío de todos los posibles.
En la última final de este año, el de Pehuajó se desplegó entre veinteañeros como si fuera uno de ellos. Y no, no lo era. Alejandro Galán tiene 24 años y Juan Lebrón cumplirá 25 años en enero. Agustín Tapia aún tiene 21 primaveras. Los tres abanderan el nuevo pádel, representan un estilo, anuncian una nueva época que a Fernando Belasteguin, con 41 años de edad, no le pertenece.
Sin embargo, el mito ahí sigue, vigente en tiempo ajeno. Es el último y gran reto que Bela se ha impuesto. No es solo una cuestión de resistir, algo de por sí meritorio; sino de competir. El veterano jugador ha disputado este año cuatro finales y ha sumado dos títulos. Lo relevante no es el guarismo sino lo que significa. No se trata de estar sino de ser.
El ciclón que forman Lebrón y Galán ha asolado el circuito en este anómalo 2020. Han ganado seis títulos y han disputado 8 finales de 11 posibles. Jamás han caído antes de las semifinales y solo han perdido cinco partidos en todo el año. Dos de ellos ha sido ante Bela y Tapia, la única pareja que les ha sostenido el pulso directo (dos victorias para cada una), la única dupla que les ha buscado en el cuerpo a cuerpo.
Es la batalla del de Pehuajó por sostenerse en un momento que no le pertenece, por hacer frente a los dos exponentes de la nueva era. Lo ha conseguido. Y mucho más.

El legado de Bela
La dimensión de Bela y su impacto en el pádel traspasa la barrera del tiempo. Su competitividad hizo mejor a los de ayer, su persistencia ha hecho mejor a los de hoy y su ejemplo hará mejor a los de mañana. El legado de Belasteguin no es un palmarés sino una forma de vivir este deporte.
Su victoria en el Master Final le ha convertido en el jugador más veterano en conquistar el título de maestro. Y lo ha logrado junto a un Agustín Tapia que se ha convertido en el más joven en conseguirlo. Sí, Tapia, reconocido hoy como una deslumbrante figura de presente y futuro, candidato al trono, pero en torno al cual, hasta la llamada de Belasteguin, únicamente había promesas. Porque conviene recordar que el tímido muchacho de Catamarca estrenó su palmarés en 2019 junto al más grande con quien también ha firmado su primer Master Final.
Ahora se dicen adiós porque son dos jugadores de revés que no van a renunciar a su hábitat.
Pero en este camino de año y medio, Bela ha encontrado lo que necesitaba: nuevos retos. Lo dijo tras la ruptura con Lima y lo halló en su periplo junto a Tapia. Aprender a jugar en la derecha y descubrir a nuevos rivales, jugar junto a una joven promesa sin apenas pisada en la élite, ayudarle a crecer y a competir contra los mejores de igual a igual, ganar títulos.
Cada desafío de Bela es un ejemplo para el resto. Tapia lo ha vivido desde cerca. Él también aceptó desplazar su punto de partida al lado derecho de manera circunstancial pese a su incomodidad manifiesta. Entendió que el sacrificio forma parte del éxito. Con Belasteguin, ha comprobado que el único antídoto para la derrota es volver a levantarse para entrenar. Ha entendido que ganar no es un objetivo sino una consecuencia. Ha aprendido que el compañero es siempre el mejor aliado posible. El chico es hoy otro jugador.
Este viaje junto a Bela, pese a su juventud, le ha descubierto cuál es la senda hacia la cima. No hay atajos. Belasteguin le ha señalado el camino y le ha animado a recorrerlo a través de la entrega, el sacrificio y el coraje. La lección es impagable. El propio Agustín Tapia lo reconoció así nada más terminar la final del Master Final. En medio de aquel abrazo eterno sobre la moqueta, el joven, entre lágrimas, se dirigió a la grada y señaló a su compañero. Un gesto revelador.
Justo antes, de rodillas sobre la moqueta, el catamarqueño buscó refugio en su camiseta para digerir el torrente emocional que materializaba en forma de llanto. Acaba de finiquitar ese último duelo con una volea de derecha. Era el último golpe junto a Bela. El de Pehuajó fue a buscarle, se inclinó sobre él y compartieron sus lágrimas. Padre e hijo en una despedida. Sin palabras, allí se dijeron todo lo que necesitaban. No olvidará Tapia aquellos segundos en el resto de su carrera. Tampoco Fernando Belasteguin, satisfecho con el crecimiento de su pupilo. Aquellas lágrimas le permitieron constatar lo que ya sabía. Aquel chico está listo para su propio desafío. La victoria se sufre, no se exhibe.
Tal vez, por edad, Bela esté fuera de tiempo. En cambio, su mirada inconformista tiene vigencia plena. Para 2021, el mito ya tiene nuevo desafío. Uno de altura, como todos. Cambia de generación para encontrarse con alguien que soñó mil veces con jugar su lado. Serán dos números uno en busca de gobernar el presente. Un nuevo episodio de esta batalla de Belasteguin contra el tiempo.
Así que, no, Fernando, te equivocaste. No eres tú quien tiene suerte en el pádel. Es el deporte el que tiene fortuna de contar con una figura de tu envergadura.

Excelente articulo Nacho, suscribo punto por punto lo que expresas en tu nota. Abrazo desde La Rioja, Argentina
Gracias, Jorge, por dedicarle un rato al artículo.
Un abrazo!
Me emocioné con la ultima frase, muy bueno lo tuyo Nacho!
Uno puede o no coincidir en conceptos, criticas, puntos de vistas, etc., pero es extraordinaria esta nota de reflexión. Lo mejor que leí objetivamente de lo que acontece deportivamente a los actores. Felicitaciones.
Muchas gracias por un artículo tan bueno
Me alegro de que te gustara, Maxi. Gracias por dedicarle un rato al artículo.
Un saludo.
Gracias, Alejandro, por dedicarle un rato al artículo. Efectivamente, es una reflexión personal. Habrá quien la comparta y quien no pero eso es lo interesante.
Un saludo.
Que excelente artículo. La humildad y la grandeza de Bela la reflejas en este artículo.. articulazo diría. Como aficionado al padel, lamento profundamente la separación de Bela y Tapia. Siempre los alenté. Ahora estoy seguro que seguiré alentado a la leyenda de Pehuajo.. hasta que ya no lo vea más en una pista. Excelentísimo artículo, repito. Saludos desde Alto Río Senguer. Argentina
Hola, Santiago.
Mil gracias por el rato que le has dedicado a este artículo y por tus palabras.
Un abrazo fuerte.