Convive junto a un pegador de raza. Le concede espacios cada vez que su compañero coge vuelo. Le abre camino y le sostiene el juego para que su compañero imponga el mazo. Es lo más evidente de Fede Chingotto, pero hay algo más importante.
El Ratón astuto
¡Ratón! Así le apodan a este chico nacido hace más de dos décadas en Argentina, un país en el que te imputan un ingenioso sobrenombre antes de que tus padres lleguen al Registro Civil.
¡Ratón!, le dicen a este joven de Olavarría. En parte por su estatura y también, por su rapidez de piernas. Contribuye al mote, sin duda, el contraste con su compañero, Juan Tello, un gladiador de fachada imponente que busca el cielo en cada pegada.
Resulta curioso que el 1’70 metros de Fede Chingotto le haya valido para ser apodado ‘Ratón’ mientras que, por ejemplo, Matías Díaz, con dos centímetros menos, responde al apelativo de The Warrior. Cuestión de etiquetas.

En cualquier caso, el alias del argentino apunta hacia lo evidente aunque, en realidad, desatiende lo importante: el chico es una computadora sobre la moqueta.
En efecto, Chingotto tiene 23 años y juega como si tuviera diez más. Su falta de centímetros, en comparación con otros jugadores, la suple con una lectura sobresaliente de los partidos. A falta de potencia, Chingotto entiende el juego. El jugador suele ir un paso por delante y, además, tiene piernas para llegar a cualquier bola; es una centella. La combinación de esa astucia y rapidez le ayuda a sobrevivir en un hábitat de depredadores.
Una jugada del Estrella Damm Open 2020 retrata bien sus prestaciones. En semifinales, ante Paquito y Lima, Chingotto salió fuera de pista a buscar un remate por tres metros de su rival brasileño. La rosca del de Porto Alegre alejó tanto la pelota de la puerta que el de Olavarría solo pudo devolver la bola por encima de la malla lateral.
Quedó Tello solo en la red para tapar toda la pista y el propio Lima le pasó con facilidad por su paralelo. Pero apareció Chingotto por la puerta y cruzó la pista como una exhalación para alcanzar esa bola en la esquina de su propio compañero.
No se detuvo ahí. El jugador volvió a correr a la otra esquina para llegar a la volea de Paquito. La jugada acabó con un remate ganador de Pablo Lima pero la secuencia mostró como Chingotto, además de su velocidad de piernas, se mantuvo en el juego, incluso, cuando estaba fuera de la pista.
Y es que Fede jamás se desconecta del juego. Rara vez la acción le coge parado. No resulta sencillo cuando, cada dos por tres, tiene que recluirse junto a la malla mientras su compañero de 1’85 metros vuela sobre sus hombros para imponer su pegada. Es fácil así perder el sitio, confiar en la definición de Tello y dar por finalizado el punto. Pero no lo hace. Ni aun así se extravía el jugador, siempre preparado para la continuidad de la jugada.
Lo cierto es que el chico es un buscavidas dentro y fuera de la alfombra azul. Él y Tello llegaron a España en 2016 catapultados por la Fabrice Pastor Cup. Dos años después, ya habían conquistado dos Challenger de World Padel Tour y se habían instalado en el cuadro principal de los favoritos.
Su talento les ha sostenido siempre en la pista mientras que afuera, en sus inicios, les ayudó la solidaridad y la hospitalidad de quienes confiaron en ellos.
“Dale, ponéte a correr que no tenemos para comer”. Le dijo uno al otro cuando perdían un partido en uno de los primeros torneos que jugaron.
Esa hambre que refleja la anécdota que contó Iván Gelibter en Diario Sur, es la que les ha impulsado en la cancha. Y es, también, a la que se aferra Chingotto para dar respuesta al acoso al que le someten sus rivales por vía aérea. Porque el de Olavarría es la salida por alto preferida de sus contrarios. Lo tiene claro el propio jugador que pone el cuentakilómetros a cero en cada partido para descolgar pelotas y achicar espacios mientras va descifrando el siguiente movimiento.
Este año, además, cuenta con la ayuda de un mito del pádel. Le entrena Gaby Reca, uno de los mejores especialistas en la derecha de la historia de este deporte. El experimentado jugador (1,78 centímetros), retirado desde el año pasado, exhibía un repertorio asombroso de soluciones para manejar el juego desde esa posición. Reca no era ni el más alto ni el más rápido pero tenía una capacidad fabulosa para apoderarse de los partidos.
Su nuevo discípulo tiene a su disposición asignaturas de sobra para ir adquiriendo nuevos conocimientos. Disposición para ello tiene. Ya exprimió durante seis años las enseñanzas de Mati Ortiz, el técnico que le perfiló como jugador profesional. Ahora, junto a Reca, tampoco dejará ni las migajas. El Ratón está listo para seguir creciendo.
Lo hará con su talante trabajador, sin un mal gesto. Siempre dispuesto a dar el primer paso, a correr por él y por su compañero. Preparado para vaciarse, atento para adelantarse.
Así que, mientras todos escrutamos el cielo buscando el vuelo de los grandes depredadores, a ras de moqueta, la astucia y la velocidad de Fede Chingotto va a seguir cogiendo vuelo.
