A sus 18 años, la joven se plantó delante del micrófono oficial del circuito a la espera de la pregunta del periodista. No hubo. El tipo optó por una entradilla para elogiar su precocidad como campeona así que Bea no tuvo hilo del que tirar para construir su respuesta. No le hizo falta.
La malagueña pudo haberse enrtegado a la euforia de su conquista. Pero mantuvo la calma, prefirió quitarle importancia al dato que la señala como la campeona más joven de World Padel Tour, le dio la enhorabuena a su compañera, ensalzó el trabajo en equipo y, enseguida destacó el esfuerzo de sus rivales, Patty y Eli, derrotadas en la final, con unas palabras llenas de cariño y admiración.
Nada de aquello sonó impostado. En realidad, nada en Beatriz González lo es. La chica, con su característico moño enmarañado, estaba delante del photocall de World Padel Tour por primera vez como ganadora de una prueba grande. Se comportó como si hubiera jugado la primera ronda de cualquier torneo regional.
Fue lo mismo que Bea hizo durante toda la final.
El pasado domingo era la única de las cuatro que estaban sobre la moqueta que nunca había jugado la final de un torneo grande de World Padel Tour (sí había ganado dos Challenger y había quedado subcampeona en otro). Es más, todas las demás las jugadoras (su compañera y sus dos rivales) ya sabían lo que era terminar la temporada en la cima del ranking. Pero la jugadora de Star Vie, que en noviembre cumplirá 19 años, se desplegó por la pista como si aquello tuviera la trascendencia de un entrenamiento. Ni exceso de tensión, ni dramatismo alguno. Un partido de pádel al que ya saludó en su entrada a la pista con la frescura de quien llega a divertirse.
Señalada durante toda su carrera deportiva como una figura en potencia, Bea estaba a un paso de cumplir uno de sus grandes sueños: ganar su primer Open de World Padel Tour. Ella, en cambio, pareció ignorar la importancia del momento. Saltó a la pista y comenzó a agitarse sin descanso.
No siempre tuvo acierto durante el partido. En el primer tramo del primer set, la malagueña, hiperactiva, atropelló a su compañera en varias ocasiones. Pero nunca dejó de buscar la pelota, de asumir responsabilidad, de reclamar el espacio que conquistaba. No se le encogió el brazo y se atrevió cuando hubo oportunidad. Se equivocó más por osadía que por retraimiento.
Bea se aplicó con Marta en la evidente estrategia que Carlos Pozzoni diseñó desde el banco: asfixiar a Eli. La malagueña buscó una y otra vez por alto en el paralelo para mover a la riojana y le negó espacios a la más mínima oportunidad. Fue una táctica eficaz que desfondó a Amatriain.
Martita estuvo impecable en ese aspecto. Cimentó la propuesta con su inquebrantable abnegación y le puso coto a su parcela. Desde entonces, Beíta, con su hoja de ruta definida, cogió más vuelo. Llegó un momento en que la andaluza logró flotar sobre la moqueta, omnipresente, era un tormento para sus contrarias. Patty y Eli quisieron retirarle el contacto con la pelota pero no les fue posible.
A sus 18 años, Bea González se comportó en su primera final como una veterana aunque hubiera sido comprensible verla atenazada por los nervios.
Justo después de ese partido, el madrileño Alejandro Galán saltó a la pista para disputar su undécima final de World Padel Tour, la tercera consecutiva de este curso. A sus 24 años, Ale exhibe ya 9 títulos grandes del circuito profesional y, aun con margen de crecimiento, es una de las principales figuras de la competición. Sin embargo, tal como reconoció al finalizar del encuentro, los nervios se apoderaron de él al principio de la final (no es la primera vez que le ocurre) y se mostró algo errático en su juego.
Así que también Bea, desde luego, pudo permitirse tener nervios en su primera gran final. Lo llamativo fue que no parecieron afectarle al juego. Actuó con la misma naturalidad de siempre. Hay jugadores que entran en barrena y empiezan a fallar lo inverosímil. Los hay que se paralizan y reducen su campo de acción. También están los que se precipitan y quieren acabar pronto cada jugada, como si el tiempo jugase en su contra. Es la factura de los nervios.
A Bea, en cambio, no le ocurrió. Nunca dejó de correr, ni se escondió, ni se hundió con los fallos, ni se distrajo de la estrategia. Abarcó mucha pista, pidió la pelota, se atrevió con el remate, se recuperó tras cada error, cumplió con su obligación táctica y acabó siendo decisiva. En realidad, se la vio disfrutar de cada instante.
Y esto, pese a ser su primer título, no es una anomalía en esta joven jugadora que aprendió a perder antes que a ganar. En su etapa de menores, la malagueña disputó la mayoría de los torneos en una categoría superior a la que le correspondía por edad. Aquello ayudó a quitarle presión y la enfocó en el aprendizaje.
Con 14 años (en 2016) ya se asomó al circuito profesional. Desde entonces, ha compartido pista con ilustres como Paula Eyheraguibel, Nela Brito o Cata Tenorio; también con andaluzas como Elena Ramírez o con su amiga Delfi Brea. De todas ha adquirido enseñanzas para este oficio. Ahora, junto a Marta Ortega, ha conseguido cubrir esa última milla que le quedaba hacia el título. El primero de muchos.
Bea, en cambio, fuera de la pista no acelera. Lo repite a cualquiera, con o sin photocall, delante o detrás de las cámaras: lo suyo es ir paso a paso. El asunto es que, en su trayectoria, las fases se cumplen a velocidad de vértigo, tal como se desplaza sobre la moqueta.
Más aún este año en el que ha afinado su puesta a punto a nivel físico. La adolescente se entregó al entrenamiento físico en los meses de confinamiento en Málaga y se ha notado en su regreso a las pistas.
Bea fue un diablo sobre ruedas en aquella moqueta durante la final. Empujó hacia atrás a Patty y atormentó a Eli, dos jugadoras a las que profesa una admiración profesional absoluta y un cariño personal pleno.
Por eso, nada más terminar el encuentro, las primeras palabras de la campeona más joven de World Padel Tour fueron de reconocimiento a sus rivales. Por eso, y por la condición natural de Bea González. Porque hay títulos que se ganan más allá de la pista.
Su propia adversaria lo dejó claro minutos después de perder la final.