El doblete de España en Doha ha regalado muchas escenas y diversas historias. La conquista del título masculino 11 años después, el poderío de la selección femenina que ha ganado los cuatro últimos mundiales, la alegría inmensa de nuestros deportistas, el very very happy de un desbocado Lebrón, el sufrimiento de España en el segundo punto de la final con Paquito Navarro tieso por calambres, los nervios de Ari y Paula para cerrar la eliminatoria ante dos jugadoras que multiplicaron sus prestaciones bajo la camiseta albiceleste,…
Todo ello forma parte ya del relato de este episodio glorioso del pádel español. En él se incluye, desde luego, la atrevida apuesta del seleccionador nacional, Juanjo Gutiérrez, con una alineación que sorprendió a todo el mundo y que fue decisiva para explicar la consecución del entorchado masculino.
Sin embargo, conviene rescatar de la penumbra un detalle decisivo en la suerte de esa eliminatoria final de hombres, un aspecto capital que sostiene en gran medida el entramado que llevó a España a su cuarto título masculino. Es un factor que tiene nombre y apellidos: Arturo Coello.
La actuación del joven vallisoletano en el primer punto de la final trascendió lo asombroso.
El chico, a sus 19 años, era debutante en un Campeonato del Mundo Absoluto, aunque, desde el principio, su rol en el equipo no correspondió al de un novato.
El seleccionador le utilizó en casi todas las eliminatorias de la competición. Solo descansó en cuartos de final ante Italia. Formó con Lebrón ante Gran Bretaña; con Alejandro Galán frente a Chile y junto a Coki Nieto contra Estados Unidos, para conseguir el pleno en la fase de grupos. Reapareció ante Francia ya en semifinales junto a Paquito Navarro, y tuvo un papel crucial en la final.
Para ese cruce definitivo ante Argentina, el capitán le llamó a filas y le hizo formar de nuevo junto a Galán. La misión era clave: conquistar el primer punto de una eliminatoria que debía cerrarse en dos. Todo lo que fuera prolongarla hasta el tercero incrementaba las opciones argentinas.
La pista no estaba para grandes alardes, con excesiva humedad en los cristales. Y, enfrente, además, les habían tocado dos miuras: Sanyo Gutiérrez y Agustín Tapia, campeones en el último torneo de World Padel Tour, el que se disputó en Suecia.
Ante un objetivo de tal calibre y en un escenario tan intimidante, el recurso de un debutante no parecía el ideal. Además, el emparejamiento con Alejandro Galán suponía separar a los números uno en la eliminatoria definitiva. Una apuesta arriesgada que incrementaba la presión. A nadie se le escapa que en la explicación de una posible derrota afloraría la bisoñez del chico para un envite de esta magnitud.
Nada de ello, sin embargo, pareció afectar a Coello que combinó la voracidad de un recién llegado a la élite del pádel con la naturalidad de un veterano. En el segundo punto del partido ya dejó clara su propuesta. Encaramado a la cinta, manejó con la volea a sus rivales y despedazó la pelota por cuatro metros. Ese fue el dictado del vallisoletano durante todo el encuentro, sostenido por un compañero con galones que le sirvió de trampolín.
Porque lo de Galán fue soberbio. El madrileño ejerció de líder, le sostuvo en todo momento, haciendo reset en cada error y animándole a atreverse en cada pelota. Arturo respondió con grandeza a la confianza.
El zurdo achicó la pista, le negó espacios a Tapia al que levantó un muro en la red, y atormentó a los argentinos cada vez que la pelota cogió altura.
El plan de Juanjo pasaba justo por ahí: someter a Sanyo y a su compañero a un tiroteo rápido que no permitiera al de San Luis dormir el juego y pusiera a Tapia a perseguir sombras. Es decir, Coello debía sustituir a Juan Lebrón, reservado para el segundo lance. Por eso, la principal amenaza de la propuesta española giraba en torno a la respuesta que ofrecería este joven de 19 años en el primer punto de la final. Arturo no dejó espacio a la duda con una actuación portentosa de principio a fin.
En apenas un año, Coello ha pasado de disputar las previas junto a Iván Ramírez a pelear en semifinales junto a Fernando Belasteguin. El salto es monumental, un desafío enorme para un jugador que apenas se ha asomado al olimpo de los grandes.
Su ofensivo despliegue y el largo alcance en la pista que ofrece logró captar la atención de los grandes depredadores. Así, comenzó la temporada con Lamperti y la acaba con el mayor de todos. Pero no es solo su juego lo que pone a prueba esta progresión exponencial; también mide su carácter.
Tras lo visto en Doha, el chico está más que preparado para esa ascensión. Las carencias que aún exhibe en su trazo las irá resolviendo sin problemas. Más aún con Bela al lado, en un trayecto que le convalida dos cursos en cada paso.
Si hasta ahora había sido su juego lo que venía explicando su progresión, esa serenidad y firmeza que exhibió en un escenario capaz de aplastar a cualquiera le señalan claramente como un elegido.
Tal es así que Arturo Coello ha estrenado su palmarés profesional directamente con el título de campeón del mundo. A partir de aquí…