Y de pronto llega el adiós. Finaliza el partido, su última actuación como jugadora profesional, y sirven de despedida sus lágrimas entre abrazos de sus compañeras. Porque cuando un deportista se retira, inmediatamente los rivales dejan de serlo.
Así que Ceci Reiter, a sus 40 años, deja la competición profesional.
La de Olivos se ha recorrido más de medio mundo durante dos décadas para decir adiós en Skurup, un pequeño municipio de la provincia sueca de Escania. Allí ha ido a parar esta argentina de raza para disputar su último partido de pádel en la élite. Sin acto de despedida. De forma discreta, sin ruido, alejada del foco narrativo de un deporte en el que llegó a tocar la cima. Ahora, en la pista 4, la última de las que acogen la competición, pone fin a su trayectoria.
Para los advenedizos del pádel, el adiós de Reiter no es más que la tachadura de un nombre en una lista, una casilla del ranking que se queda vacía y que en breve será ocupada de nuevo; un cromo vintage que se cae del álbum mientras todos flirtean con NFTs.
Pobres ellos. Pobre pádel. Desconocen que no se marcha cualquiera. Esta espigada argentina de sonrisa de niña ha ocupado el trono de este deporte durante casi 4 años. Ella y Carolina Navarro, sí, las gobernaron a todas. La era del Team CyC, 12 años de alianza, un equipo tan sólido que solo el tiempo fue capaz de derrotar.
Una recorrido que ayuda a explicar quién es Cecilia Reiter, cómo logró sostenerse y, sobre todo, sostener, un proyecto capaz de aplastar a cualquiera. Su capacidad de resistir, de persistir, de adaptarse, de sobreponerse, de ser mejor y hacer mejor, todo ello permanece en la etiqueta de presentación de una jugadora que se atrevió a volar cerca del sol y vivió para contarlo. Una superviviente.
“No es fácil jugar al lado de Carolina Navarro”, contó hace años en Padelazo.com. No fue un reproche en absoluto; más bien, la constatación de un desafío que afrontaba día a día sin gozar siquiera del reconocimiento a su atrevimiento.
Su primer año junto a la malagueña resultó un vía crucis particular que pocos hubieran soportado. La presión de jugar junto a una leyenda de este deporte le privó de sueño, de hambre, de paz. Pudo haber desistido, pero no lo hizo. Acabó domando a la fiera interior para dar forma a una dupla de leyenda.
Siempre sometida a examen, a escrutinio de una grada que le imputaba lo suyo y lo que no le correspondía; derrotada siempre en la comparativa más injusta; Reiter nunca cedió. Asumió que sus errores siempre valían doble, se lo cargó a sus espaldas y se abrió paso. Ejemplo de tenacidad y coraje.
Su zurda le abría pista y sus piernas le daban para abarcar millas. Siempre dispuesta al tajo para disputar su partido y el que las rivales negaban a su compañera. Honesta, guerrera, valiente y autocrítica. Emocional, sin duda, aunque, al mismo tiempo, capaz de ofrecer una lectura precisa del momento, de anticiparse, incluso, a lo que estaba por llegar.
Sin el repertorio infinito de su excompañera, la argentina tiraba de astucia. Puro instinto de supervivencia.
No, no se retira una cualquiera del pádel.
Hace unos días formó parte de la selección argentina subcampeona en Dubai. Con la albiceleste ha conquistado dos títulos mundiales, y uno por parejas. Fue reconocida con el Olimpia de Plata en su país. Las Brea, Osoro, Jensen y Valenzuela tienen espejo en el que mirarse. No son las únicas.
Reiter, número uno del mundo durante tres años y 11 meses, firmó en ese triunfal periplo (junto a Carolina Navarro) un 2012 de ensueño: récord de 36 victorias consecutivas. Logró siete títulos de ocho posibles en el circuito de entonces, Padel Pro Tour, con una derrota en toda la temporada.
Que la era World Padel Tour no la viera coronase en su primer año fue cuestión de apenas 29 puntos que inclinaron la balanza del lado de Patty Llaguno y Eli Amatriain. Fue 2013, el año de la incertidumbre, de la adversidad, del coraje. Siguió adelante entonces y se ha mantenido hasta ayer. Lo suyo es ejemplo que contagia.
Las grandes depredadoras del pádel actual tuvieron que alcanzar, primero, y superar, después, el listón que marcó. De entrega, de juego, de actitud. También las que no pisan el escenario principal. Su tránsito por las preliminares, ya en el inevitable descenso del ocaso, le ha permitido esparcir su legado de esfuerzo y coraje, también de conocimiento de un deporte que se convirtió en su actividad prioritaria a finales de la década de los noventa. Hasta ayer.
Caprichos de este pádel, el último partido de Ceci le ha llevado al cuadro de favoritas para medirse a quien puso fin a su reinado en el pádel profesional, Eli Amatriain, su relevo también junto a la propia Carolina Navarro.
Así le ha dicho, Cecilia, adiós al pádel. En la última pista del torneo en un pequeño municipio sueco. Tal vez el pádel, algún día, aprenda a decirle adiós a sus símbolos como se merecen.