La broma se disipó pronto. Lo que tardaron en salir a calentar a la pista del Palau Sant Jordi. Fue suficiente para terminar con el chiste de que Paquito Navarro y Fede Chingotto iban a cambiar sus posiciones en el Boss Barcelona Master Final.
Una gracia del argentino en redes sociales había prendido una mecha de la que tiró, incluso, el propio circuito en la presentación de los jugadores.
Con la pelota en movimiento, sin embargo, la cosa se puso seria y cada cual ocupó su lugar frente a los amenazantes Juan Tello y Álex Ruiz.
Pero lo cierto es que Paquito no estaba para probaturas. Era su debut en este Master Final; era la última oportunidad de firmar el título que tanto ha perseguido esta temporada; era el adiós de World Padel Tour y, además, era ser su despedida como pareja junto a Chingotto. Nada de eso pareció servir de motivación al sevillano que mostró de inicio su versión más mohína frente a dos rivales enchufados desde la primera pelota.
Caminar lento, barbilla al pecho, mirada al suelo, ajeno a una grada anhelante de cualquier gesto suyo. Por momentos, a Paquito todo parecía molestarle. Como esas dos opciones de rotura que Tello y Ruiz desperdiciaron en el sexto juego (3-3). Más aún, desde luego, ese tremendo error propio, a un palmo de la red, que terminó por entregar el saque de Chingotto a sus rivales en el octavo (5-3). Una rotura definitiva para la suerte del primer parcial (3-6).
El malagueño y el argentino de Córdoba se mostraban muy sólidos. Ni una sola migaja ofrecían a sus contrarios. Con mucha disposición para el palique pero atentos siempre para la definición, Ruiz y Tello sostenían el juego y terminaban por asfixiar a un Chingotto que no encontraba sitio y por desesperar a un Navarro algo estático que, además, no se conectaba al partido a nivel emocional.
Si acaso en el 2-1 del segundo set, tras una portentosa serie de víboras y una bajada de pared de francotirador, se permitió un gesto tímido, un apretón de puño, un aperitivo nimio para un público que le estaba esperando y que se lo hizo saber con claridad.
En el octavo juego, tras desperdiciar un 0-40 para romper el saque de Ruiz, la ofuscación de Paquito se hizo evidente. El sevillano, solo en su esquina, de espaldas a la pista, reclinado contra el cristal, se lamentaba. “Vamos, Paquito, sigue”, le instaron desde la grada. En el duodécimo se le marcharon tres bolas de set al limbo. La desesperación fue en aumento.
Pese a todo, Chingotto y Navarro lograron alcanzar el tie-break y ahí, sobre el alambre, provocaron el desenlace. Lo consiguió el corajudo jugador argentino con un bloqueo asombroso a un mísil de Ruiz (7-6).
El desenlace mantuvo la igualdad hasta el punto de inflexión. Fue en el sexto juego, con un 15-40 a favor de Ruiz y Tello que amenazaba con desnivelar definitivamente el encuentro. Esquivaron la amenaza Chingotto y Paquito. Del andaluz fue la bajada prodigiosa que desterró el peligro y que terminó por desatar su coreografía de celebraciones para delirio de la grada (3-3). Ahí, sí, el encuentro cambió.
El vuelco se terminó de confirmar en el noveno juego. Chingotto certificó la rotura con una maniobra llena de anticipación y fe. Y es que el de Olavarría no se para nunca. Ese break (5-4) resultó definitivo. Con el saque, Navarro y su compañero rubricaron la remontada (3-6, 7-6 y 6-4) y lograron el sufrido pase a semifinales.