Juan Martín Díaz volverá a la competición en este World Padel Tour 2020. Al menos, así lo ha anunciado el jugador que formará pareja con Lucas Campagnolo.
El joven brasileño será testigo del último intento de una leyenda por derrotar a sus demonios.
El regreso de Juan Martín Díaz en 2020
Sí. El mago de Drop Shot volverá a las pistas. El genio de Mar del Plata regresará a la competición en 2020. Lo hará junto a un Lucas Campagnolo, un joven brasileño de enorme potencial que sueña con esta oportunidad mientras cruza los dedos para que resulte.
Pero no hay objetivos que apunten al ranking ni exigencia de resultados. Hace tiempo que El Galleguito dejó de ver el pádel así. Su lucha, hoy, es muy distinta.
La doble dimensión de Juan Martín Díaz
Juan Martín Díaz vive desdoblado desde hace algo más de tres años. Su leyenda mantiene a salvo su posición hegemónica en el Olimpo del Pádel, mientras el hombre purga su talento en el averno más insufrible para un deportista.
Asociado siempre a lo imposible, la batalla que ahora se empeña en librar, acabará siendo indispensable para comprender la verdadera dimensión de este genio en un deporte que no se explica sin él.
La historia de Juan Martín Díaz en el pádel está plagada de gloria. Pero ni siquiera su deslumbrante palmarés acierta a definir del todo su incomparable reputación. Porque, más allá de los títulos, es su desempeño sobre la moqueta, sus ocurrencias insospechadas, sus recursos infinitos lo que, realmente, le sitúan en el imaginario de gran parte de la afición como el más grande de la historia de este deporte. A ello, además, habrá que unirle su capacidad de resistir.
Estuvo 13 años como número uno junto a Fernando Belasteguin pero, mientras el de Pehuajó consiguió sostenerse en el éxito y superó ese registro al prolongar su estancia en el trono junto a Lima, el mito de Mar del Plata, en cambio, sólo ha podido ganar un título en casi 5 temporadas.
Su última conquista fue el Master Final de World Padel Tour en 2015. Lo ganó junto a Maxi Sánchez. Desde entonces, no ha vuelto a hacerlo.
Sin embargo, su reputación vive a salvo de resultados. Le ha dado tanto al pádel, le ha regalado tanto a la grada, ha hecho tanto por el espectáculo, que su huella es imborrable y su crédito, infinito.
Lo tiene claro una grada que, incluso en esta última etapa sin grandes triunfos, ha aclamado cualquiera de sus genialidades con absoluta devoción, como si fuese la última. No es extraño. Juan Martín ha cumplido siempre y ha devuelto el valor de cada entrada a sus partidos.
Hoy, en cambio, pena secuestrado del pádel por una lesión de rodilla que le pone a prueba y amenaza el epílogo de una deslumbrante carrera. Lleva tres años así. Es el peaje de su generoso despliegue de talento; esa es, precisamente, su fatal condena.
La ha vivido en soledad, alejado de los focos, pero sin resignación. Porque Juan Martín Díaz ha aceptado este difícil reto: su adiós debe estar a la altura de su historia. Es el último desafío del genio. En este 2020, veremos si sale vencedor de una batalla que, con independencia del resultado, completa el relato de su leyenda.
Una rodilla maldita, su único enemigo
El 7 de junio del pasado año entró en quirófano. Un día antes, trató de despejar su mente con los suyos para afrontar lo que tenía por delante. Desde entonces, Juan Martín Díaz ha tenido que volver a tumbarse en la mesa de operaciones en dos ocasiones más. Su rodilla se resiste a perder el pulso que mantiene desde noviembre de 2016.
Entonces, una rotura parcial del tendón cuadricipital le llevó a operarse. No era la primera que era intervenido de esa rodilla derecha (en marzo de 2014 sufrió una rotura crónica en el menisco) pero, esta vez, su articulación tenía planes diferentes.
No sólo no pudo estar listo para inicio de temporada 2017. Su calvario le mantuvo alejado de las pistas todo el año. Regresó en 2018. Sin ritmo de competición, trató de recuperar sensaciones. Formó junto a Paquito Navarro y llegó a disputar varias finales. Terminó el año con Lebrón.
La pasada temporada formaba proyecto nuevo con el joven Agustín Tapia. Su plan era diferente a lo que había hecho en los últimos 25 años. De mago pasaría a maestro. Por primera vez, rebajaría la exigencia, apartaría el foco de los títulos y lo pondría en el juego. La semilla de su legado crecería bien en un terreno fértil como el pádel del catamarqueño.
Un año; tal vez dos, y colgaría la pala. Por fin, había encontrado la rúbrica perfecta a su carrera.
El sueño apenas duró cinco partidos. Lo que tardó su rodilla en recordarle que su deuda, acumulada durante años de escorzos imposibles y saltos sin red, no había sido saldada.
Intentó esquivar la fatalidad pero el miércoles 22 de abril, aceptó la desgracia. Jugó su último partido hasta el momento. Fue en la primera ronda del Open de Jaén. Ganó y, desde entonces, no ha vuelto a la pista para competir.
La obsesión de El Empecinado
Hubo un guerrillero español, Juan Martín Díaz, conocido como El Empecinado, al que dicen que retrató Goya, que puso en jaque al Ejército de Napoleón con sus escarceos en campo abierto.
Hoy es otro Juan Martín Díaz, quien rescata aquel apodo en su infatigable batalla contra la fatalidad. A sus 44 años, lo suyo es una obsesión aunque, desde fuera, haya quien pueda verlo como un capricho.
Con todo lo vivido, con todo lo ganado, no estaba obligado a un sacrificio de este tipo. “Sigo con las mismas ganas de retirarme dentro de la pista. Y no (quiero) que la rodilla me quite ese sueño. Tengo ganas de seguir haciendo esto. Puede ser que sea un capricho pero tengo ganas de seguir”, contó el jugador en el programa Esto es Pádel el pasado mes de octubre (lo puedes oír aquí a partir del 1º00’45»)
Detrás de esa férrea obcecación hay un derecho ganado en cada pista, con cada golpe: decidir su forma de decir adiós.
La insólita autocrítica de un mito
De momento, volverá a intentarlo en 2020, esta vez junto al brasileño Lucas Campagnolo, un jugador poderoso, de amplio despliegue, que le acotará terreno y le descargará de exigencia física.
Tendrá que acoplarse a él. No es tarea fácil. La genial singularidad de Juan Martín es un arma de doble filo. Su talento único tiene un encaje complicado. Fernando Belasteguin fue quien mejor lo entendió. Desde entonces, nadie ha vuelto a hacerlo. Ni Juani Mieres, ni Maxi Sánchez, ni Cristian Gutiérrez, ni Paquito Navarro.
Sin embargo, no es Juan Martín una estrella al uso. Lejos del aura que se le presupone a una leyenda de su calibre, el jugador se imputa las culpas de esos anteriores fracasos. Es un ejercicio de autocrítica que resulta insólito en este deporte. Más aún en alguien de su dimensión.
“Creo que me equivoqué en meter demasiada presión (a sus compañeros después de Bela)”, dijo antes de empezar 2019. Pero no fue una confesión tardía. El Galleguito nunca ha tenido reparos en asumir su cuota de responsabilidad. Incluso en eso es diferente.
Ahora todo es distinto. La presión desaparece y deja paso a la ilusión por volver, a una determinación irreductible por recuperar las riendas de su destino. Su pelea ya no es contra los rivales sino contra su propia rodilla. Todo su sacrificio tiene un propósito claro: retirarse.
El último gran desafío de Juan Martín Díaz: retirarse no es fácil
El momento de la retirada no es fácil para un deportista de élite. Aunque a algunos les cuesta más que a otros. Nunca se está del todo preparado. Se trata de renunciar a aquello que te ha ocupado toda la vida. Es afrontar el vacío. Aprender a vivir de nuevo.
En el caso del pádel, además, el momento actual que vive este deporte a nivel profesional anima a continuar.
Juan Martín Díaz lleva retirándose cinco años. En 2012, el propio jugador desveló en Padelazo.com su intención de terminar su etapa con Bela y luego sopesar su posible retirada.
A mitad de 2014 se fraguó su ruptura con Belasteguin. Habían hablado de seguir un año más (en 2015 debía ser su última temporada) pero el de Pehuajó tomó la decisión de romper.
El zurdo de Drop Shot comenzó su travesía por el desierto. Mientras Bela se aferró a la cima, Juan saltó de compañero en compañero hasta que se topó con su rodilla (noviembre de 2016).
Desde entonces, sus objetivos han cambiado definitivamente. Su única visión en la pista es disfrutar; su única misión fuera de ella es volver para poder marcharse.
Pudo haber ocurrido en 2018, tal como afirmó el jugador, pero decidió seguir. Lo suyo tiene algo de paradoja cíclica.
En su convalencia, lucha por recuperarse para volver a jugar y retirarse en la pista. Pero, en cada regreso, el jugador encuentra motivos para seguir.
En 2020, lo intentará de nuevo. ¿Tal vez por última vez?