Doce torneos. Pablo Lijó, si no se atenúa el veredicto, no podrá compertir en World Padel Tour durante más de media temporada en 2023. Doce pruebas, en realidad, es algo más que una sanción; es un escarmiento en toda regla. Y, desde luego, un aviso nítido a navegantes.
Vaya por delante un apunte. La infracción del jugador, reconocida por él mismo, con gestos improcedentes al público durante el pasado Buenos Aires Padel Master, ha existido, es reprobable e, incluso, probablemente, acreedora de sanción.
El gallego desbarró en el partido de dieciseisavos de final ante los locales Libaak y Ausburguer, y se equivocó con aquella gesticulación grosera (se llevó las manos a los genitales) con la que quiso responder a la actitud de una parte de la grada de La Rural.
Ante lo sucedido, World Padel Tour anunció la apertura de una investigación. Tenía un amplio margen de maniobra. Desde no actuar a aplicar una normativa disciplinaria que le encuentra acomodo al hecho en varios de sus epígrafes y que conllevan diferentes consecuencias.
El circuito de Damm no ha dudado. No solo ha decidido intervenir sino que, además, tal como ha avanzado Padel Alto, lo ha hecho para imponer al jugador español la sanción más dura en la historia de esta competición: 12 torneos sin competir.
Resulta evidente que la exagerada pena no parece responder solo a los actos en pista de Lijó. Incluye también la factura por sus críticas fuera de ella. El gallego había elevado la voz a finales de la pasada temporada contra World Padel Tour para definir la relación de los jugadores con el circuito a través de palabras como miedo, imposición, abuso, represalias; un discurso que se propagó con rapidez.
Ahora, además de por su error sobre la moqueta, le va a tocar pagar también por todo aquello.
Sanción a Pablo Lijó: un escarmiento ejemplarizante
“El que estando enfadado impone un castigo, no corrige, sino que se venga”, advertía Montesquieu. Desde luego, WPT se ha cobrado su particular revancha al imponer la sanción más grave en la historia del actual circuito profesional.
Los hechos protagonizados por Pablo Lijó en el pasado Buenos Aires Padel Master pueden enmarcarse perfectamente en el apartado 1 del artículo 23 del Reglamento de Disciplina que recoge los supuestos tipificados como infracción grave. En el epígrafe c) de dicho enunciado se hace referencia a “las obscenidades audibles o visibles, que no sean constitutivas de otra infracción de carácter muy grave”.
En este sentido, en la redacción del texto se especifica que “se entenderá por obscenidades visibles la realización de signos o gestos con las manos, cuerpo, paleta y/o bolas que comúnmente tengan significado obsceno u ofendan a gente razonable”.
El órgano disciplinario de World Padel Tour, sin embargo, ha ido un paso más allá. La conveniente difusión que tuvo en su día el video con las imágenes de lo acontecido en el partido de Lijó en Buenos Aires ha contribuido a sostener la tipificación de ‘muy grave’, recogida en el artículo 22, que el circuito le imputa a la infracción.
O dicho de otra forma. Los gestos de Lijó podían ser considerados de diversas formas pero WPT ha optado por una sanción ejemplarizante para un figura que ha sido capaz de elevar un discurso peligroso para los intereses del circuito.
El pronunciamiento crítico de Lijó días antes de la célebre reunión convocada el pasado mes de octubre en Menorca por World Padel Tour para presentar el nuevo modelo de competición profesional fue algo más que la mera opinión de un jugador de ranking medio. Aquel arrebato simbolizó, de alguna forma, la pérdida de miedo por parte del pelotón de deportistas.
Sin la representatividad de los dirigentes de la Asociación de Jugadores PPA, sin el foco ni, incluso, la protección de que gozan los cabezas de cartel, Lijó dio un paso al frente por voluntad propia y explicó, como ningún otro, el sentir de una gran parte de los jugadores tras 14 años de relación con World Padel Tour.
No se refugió detrás de ningún comunicado ni utilizó a ningún representante legal. Lo hizo de frente, colocando su voz y su rostro en primer plano. El arrebato, que escenificó la rebelión de los jugadores más modestos, los que siempre tienen las de perder; constituyó, al mismo tiempo, un ataque directo a uno de los pilares clave de la estrategia argumental de World Padel Tour.
En este conflicto, consciente de la fuerza de los jugadores como colectivo, WPT trata de dinamitar esa unión a toda costa. Para ello, viene deslizando la existencia de intereses ocultos en la Junta Directiva de la PPA, a la que acusa abiertamente de trabajar para Premier Padel, el circuito impulsado por la FIP y la entidad catarí QSI, en un claro intento de deslegitimar al ente asociativo.
Las palabras de Lijó desmontaron ese marco argumental de WPT. Sin más interés que el suyo propio y el de sus compañeros, asumió el riesgo y saltó a escena a pecho descubierto para denunciar lo que entendía como una relación marcada por el abuso de poder del circuito de Damm; un ejemplo de los que acaban calando.
Por ello, el desproporcionado castigo de World Padel Tour apunta en esa dirección. Más allá de sancionar la actitud equivocada del jugador en Buenos Aires, la pena responde al desafío lanzado por Lijó y, sobre todo, envía un mensaje intimidatorio a quienes tengan la tentación de replicar su discurso.
En medio de este pulso, el circuito de Damm no puede permitirse disidencias tan peligrosas, mucho más que cualquier crítica formulada por Galán o Paquito Navarro, por citar algunos. Y ha decidido actuar con contundencia.
La sanción de 12 torneos sin competir a Pablo Lijó tiene su propio significado. El Reglamento de Disciplina de WPT establece multas económicas para las infracciones. Sin embargo, en las oficinas del circuito ya saben que ese no es freno suficiente para los jugadores. Demandados en instancias judiciales, con reclamaciones millonarias, los deportistas decidieron incumplir el contrato vigente durante 2022 y han disputado las pruebas de Premier Padel. Y parece que mantendrán el órdago este año.
La inhabilitación temporal para competir, en cambio, no solo deja fuera de juego a la figura disidente (lo que ya de, por sí, es un ataque directo a su línea de ingresos directos e indirectos) sino que, al mismo tiempo, refuerza la amenaza latente por parte del circuito de que dejará fuera de la temporada 2023 a todos aquellos jugadores que no tengan contrato (y, por tanto, no suscriban el nuevo acuerdo).
Así que, la guillotina está lista y el cuello del jugador, despejado. Queda por conocerse la resolución definitiva del Comité de Disciplina tras la apelación formulada por el jugador.
Lijó, mientras, espera y digiere la paradoja surgida frente a él. World Padel Tour ha acabado confirmando los reproches que les imputó hace tres meses en su discurso en redes sociales y que, en parte, le han llevado hasta aquí. En su acierto lleva la penitencia.
¿Tendrá algo que decir la propia Asociación PPA al respecto? El caso de Lijó trasciende la mera sanción deportiva. Es una cuestión de calado que acabará retratando a los actores que ocupan la escena.