Habló Juan Lebrón. El exnúmero uno del mundo se sentó en el diván de Josep Pedrerol para, cafelito mediante, abordar recuerdos, exponer anhelos, desvelar algún trauma y confesar aspiraciones.
El Lobo tomó café, demostró apetito, mostró la herida por la que todavía sangra y presentó algunas facturas que tenía pendiente de cobro.
La charla, el episodio #29 de El Cafelito (un espacio de entrevistas a cargo de Pedrerol), se emitió el jueves a las 15.30h (aunque se había grabado con anterioridad). Hoy acumula más de 218.000 visualizaciones.
Audiencia y control
Después de algún tiempo sin hablar, Juan Lebrón (o más bien, su equipo de comunicación) recurrió a Josep Pedrerol para ponerse bajo los focos. La decisión está muy clara desde el principio: El Lobo y su equipo han buscado audiencia pero también confort.
Lo primero está claro. Las visualizaciones de la entrevista se multiplican en Youtube. Los extractos de la charla se hacen virales. Y, además, el programa El Chiringuito incrementa todavía más el alcance de la misma.
Lo segundo se hace evidente desde el principio de una entrevista amable, que el presentador conduce con mucha mano ante un invitado con evidentes problemas para expresar con claridad su mensaje. Pedrerol no aprieta, más bien facilita. Deja que sea El Lobo el que aborde los temas como le van saliendo. La comodidad del jugador alumbra un tono personal, más humano, pero también impide profundizar en algunas cuestiones o clarificar incongruencias expresadas. No toca. Hoy es baño y masaje para que El Lobo esté a gusto.
Otro escenario hubiera incrementado el riesgo de un salida de pista del gaditano, como le ocurrió en su día en La Resistencia con David Broncano.
Un Lobo emocional y cercano
El entrevistador consigue relajar a El Lobo, que se abra y muestre su lado más personal. Hay cierta emotividad, incluso, en determinados pasajes. El discurso del jugador llega mejor cuanto más sincero es. Y Lebrón, por momentos, parece serlo.
Además, su lenguaje no verbal, sus gestos, su mirada, explican, en ocasiones, lo que no alcanza con las palabras. Hay mano al corazón, hay encogimiento de hombros, hay inclinación hacia adelante,… Autenticidad.
Una discusión en diferido
Uno de los propósitos de la entrevista de Lebrón con Pedrerol, además de marca personal, es dar su versión de los hechos sobre lo ocurrido con Ale Galán. Es evidente. Sobre todo, después de las píldoras que el madrileño había dejado en algunas entrevistas como la que concedió a Veinte Diez: «Le doy la razón, tendría que haberle dejado antes».
Alimentado por ambos, el culebrón empieza a resultar cansino. Con un timing disparatado, ambos jugadores, que vienen a 300 metros el uno del otro y se encuentran en cada torneo, recurren a los medios para ir lanzándose puyas sin demasiado sentido en busca de inclinar el relato de uno y otro lado. Sus argumentos, en realidad, apuntan a los incondicionales de cada cual. Lo que subyace, sin embargo, es la inmadurez de ambos para gestionar una ruptura sin perjudicar a la imagen propia.
Facturas pendientes
La intencionalidad de Lebrón está clara. Aunque se muestra sensible, se reconoce dolido y es generoso en el reconocimiento deportivo de su compañero y de sus rivales; también desliza facturas pendientes con Galán que quiere cobrarse. Está ahí para eso.
Sobre todo, hay dos apuntes con carga de profundidad. El primero de ellos es el patrocinio de Red Bull. Lebrón acusa a Galán de sentir cierta envidia y desvela que fue él y su equipo quien le abrió las puertas de la multinacional al madrileño.
Después, sobre la convocatoria de la selección, Lebrón deja a su compañero por mentiroso. Galán había comentado en alguna entrevista que fue el equipo el que planteó que jugaran juntos en la final ante Argentina; pero El Lobo afirma que la iniciativa partió de él.
Ambos detalles no sirven para aclarar nada sino para (des)calificar a alguien. El jugador gaditano utiliza ambas circunstancias como arma arrojadiza contra la credibilidad de Galán.
Mensaje equívoco
Las dificultades de Lebrón para comunicar con cierta claridad y precisión no son nuevas. Coletillas sin sentido (sinceramente, obviamente), palabras que no corresponden, rodeos innecesarios,… Lo sabe él y su equipo, que procura controlar sus exposiciones. En la entrevista, Pedrerol, anfitrión amigo, le auxilia en varias ocasiones, le reconduce, le guía.
Aún así, el jugador ofrece algunos mensajes equívocos. Uno de ellos gira en torno al valor de la palabra amistad. Resulta que en el anticipo de la entrevista, Lebrón aseguró que Galán le había comentado que eran amigos. La frase, fuera de contexto, parecía apuntar a una traición posterior del madrileño. En realidad, vista la entrevista, el que cerró la puerta de esa amistad fue el propio Lebrón. Hasta Pedrerol quiso subrayar el detalle. Desde la narrativa de Lebrón, el detalle no le hacía bien pero el jugador lo soltó. Luego llegó a decir que se arrepentía.
Tampoco queda demasiado claro el asunto de la llamada de Galán para comunicarle la ruptura. El madrileño ya le comunicó esa decisión tras el Major de París de 2023. La mejoría en el rendimiento deportivo, y según el propio Galán, del comportamiento de Lebrón, le llevó a reconsiderar la decisión y decidieron empezar la temporada 2024. Todo saltó por los aires con la salida de madre de Lebrón en Catar. Entonces, Ale llamó a Galán para decirle que, finalmente, no continuarían juntos. Lo hizo en dos ocasiones. Lebrón afirma sentirse dolido porque la comunicación fuera telefónica y no presencial. ¿De verdad hubiera cambiado tanto su sentir? Después de su vergonzosa actuación en el Major de Catar, ¿está Lebrón en condiciones de reclamarle a su compañero una mejor consideración cuando el andaluz había sido advertido del desgaste que suponían sus actitudes?
Es curioso que el gaditano afirma que él no sabía que la pareja se podía romper por su comportamiento, aunque al mismo tiempo asegura que se sintió amenazado en ese sentido. Galán, en cambio, sí desliza en alguna entrevista que El Lobo estaba más que advertido: “Lo volvimos a hablar (sobre la continuidad en 2024, de darnos una oportunidad más con límites claros que iban al margen de lo deportivo”.
El malestar de Lebrón
La relación entre Galán y Lebrón es, a todas luces, inexistente. Por parte de Galán, ya conocemos el origen del malestar que provocó la ruptura: las actitudes de Lebrón.
Ahora Lebrón ha querido aportar algo: Galán, al parecer, no le llamó en los meses en que estuvo estuvo lesionado. El de El Puerto de Santa María tiene todo el derecho del mundo a sentirse dolido pero el dato aporta poco a la narrativa de lo que ocurrió. Es más bien una vendetta.
El argumento que expone Lebrón, dos años después, ha perdido fuerza. El gaditano, pese al gesto que afea a su compañero, no solo no vio con malos ojos la continuidad de la pareja en 2023 si no que hizo lo imposible en el tramo final de temporada por convencerle de seguir juntos en 2024.
Hoy El Lobo, más que explicar, ataca. El aparente desinterés de Ale por el maltrecho estado de Lebrón no impidió, entonces, que el andaluz apurase sus opciones de seguir jugando con él. Ahora, dos años después, expone tal circunstancia para arremeter contra quien le acompañó en el trono del pádel mundial. Más madera para esa hoguera absurda que avivan ambos.
Un detalle significativo
Pasa desapercibido pero es un detalle significativo. En la entrevista, Lebrón cita solo a dos entrenadores por iniciativa propia. Habla, primero, de Mariano Amat, al que señala como el mejor entrenador que ha tenido. Y más tarde también hace referencia a Carlos Pozzoni, el actual, del que asegura que está aprendiendo mucho.
Llama la atención de quién se olvida: Jorge Martínez. El director y fundador de la academia M3, cuartel general de la dupla durante su exitoso periplo, no merece palabra alguna por parte de Lebrón, y sí en cambio uno de los técnicos de la escuela, Amat. Martínez, que acompañó a la pareja en el tramo final de 2023 y principios de 2024, es una figura indispensable en la trayectoria de Galán, algo más que su coach deportivo. Lebrón parece tenerlo claro.
La teoría del complot
“Yo creo que a Juan Lebrón no lo querían como número uno”. En la cabeza de Lebrón, él ha sido víctima de un complot. Resulta que, tal como le cuenta a Pedrerol, alguien quiso menoscabar la imagen del jugador favoreciendo la difusión de imágenes y videos de algunas actitudes suyas que no le dejaban en buen lugar. El andaluz, pese a la insistencia del presentador, no quiere o no se atreve a desvelar quién está detrás de esa conspiración que, visto los resultados (cuatro años de número uno), no tuvo éxito.
Sin pruebas de ningún tipo, este tipo de teorías apuntan a la fe de los creyentes.
La cuestión es que, en la otra cara de la moneda de esta hipótesis, está el hecho de que esas imágenes y videos son actuaciones que protagonizó el propio jugador. No es que se fabricaran o se tergiversaran; existieron y alimentaron el debate en torno a su figura.
La defensa del jugador, en este sentido, es que “soy un compañero exigente”, incluso, algo “cabroncete”, según sus palabras, que busca siempre el bien de la pareja y el de su compañero. No obstante, el andaluz afirma que mientras confiesa que está trabajando en mejorar su comportamiento.
Lo cierto es que lo de Lebrón es un círculo vicioso. El jugador patina con demasiada frecuencia y es carne de viralidad. Acaba teniendo más eco que los desvaríos de otros jugadores. Pero, de ahí a denunciar un complot para no verle de número uno hay un abismo.
El ruido devora lo sustancial
Lo triste es que el ruido del pasado devora la que, a todas luces, es la gran noticia de la entrevista. Lebrón tiene hambre de número uno. No es una frase hecha. El jugador siente que, ahora sí, comienza a recuperar el nivel exuberante de antaño y, ante la magnitud de sus rivales, incluso, busca reinventarse.
En un jugador de la determinación y el talento de Lebrón, esta afirmación, más que una declaración de intenciones, es una promesa. Y esto sí es una gran noticia para el pádel.