Ni eran todos ni fue todo el rato. Pero lo que ocurrió, ocurrió y acabó marcando el desarrollo del duelo de cuartos de final del Buenos Aires Pádel Master 2019 que enfrentó a Paquito Navarro y Juan Lebrón contra Franco Stupaczuk y Matías Díaz.
La palpitante grada de La Rural acudió al rescate de los suyos cuando peor lo tenían y acabó sobrepasando los límites de lo tolerable. Lo que pudo ser una exhibición de apoyo y entusiasmo acabó convirtiéndose en un lamentable ejercicio de desconsideración y desprecio.
Del apoyo al menosprecio: La Rural marcó a Lebrón
El público comenzó aupando a los locales y acabó hundiendo a los rivales. Celebró cada error contrario como si fuese un gol del equipo patrio. Se ensañó, especialmente, con Juan Lebrón al que convirtió en diana de sus burlas, de sus aullidos para ridiculizar su apodo, incluso, cuando estaba siendo atendido por el fisio.
El gaditano, un jugador sensible a los vaivenes de la grada, sucumbió a la insoportable presión ambiental.
Las razones que explican lo sucedido son secundarias. Lo principal es que no debió producirse. Punto. Ni en La Rural ni en ningún otro lugar. A partir de ahí, se puede razonar sobre cualquier cuestión y analizar las aristas de este polémico episodio.
Celebraciones y menosprecios
La celebración de los errores del rival no es decoroso en deportes como el tenis o el pádel. Aunque sucede en cualquier escenario, sin duda. Y parece que cada vez con más frecuencia. Lo hace el público y también incurren en ello muchos jugadores. En Argentina, en España, en Francia… ¿Cuestionable? Cada cual puede tener su opinión al respecto. Es un asunto de sensibilidades.
Otra cosa muy distinta es el menosprecio. Ridiculizar a un jugador es inadmisible. Y eso es justo lo que ocurrió por una gran parte del público durante parte de este encuentro de cuartos.
Fue el único partido, por cierto, en el que se produjo esta situación. Y había otros foráneos en liza. El contraste llegó en semifinales cuando la grada reconoció el partidazo de otro español Alejandro Galán (a la postre campeón del torneo), en su triunfo ante los números uno.

La debilidad emocional de Paquito y Lebrón
Son Paquito Navarro y Juan Lebrón una pareja muy conectada a la grada. En los cinco primeros torneos han disfrutado de un apoyo absoluto de la afición en Marbella, Logroño, Vigo, Alicante y Jaén (una locura lo que vivieron en las pruebas andaluzas).
En Argentina, ambos tenían claro que jugaban de visitantes pero, aún así, tenían hinchada propia que se desvivía por una foto o una firma suya tras cada partido. Venían de eliminar en octavos a una leyenda argentina como Roby Gattiker que se confesó admirador de los andaluces.
¿Qué ocurrió? Pues que el público salió en ayuda de sus jugadores cuando estaban en apuros, que éstos reaccionaron y que la grada, encendida, desbarró. Aprovechó la debilidad de los andaluces y la explotó sin contemplaciones.
Paquito y, sobre todo, Lebrón deben aprender a manejarse en este tipo de escenarios. En la cresta de la ola son temibles. Ahora les falta aprender a navegar cuando el viento sopla en contra.
El propio Lebrón, en declaraciones a World Padel Tour, lo reconoció así y no hizo ni un sólo reproche al público. También exculpó a sus rivales. ¡Chapeau!

A Mati y Stupa les faltó coraje
La polémica ha sido notoria y ha acabado salpicando a los propios Stupa y Mati (e incluso a su patrocinadora Star Vie)
La situación también superó a los dos jugadores argentinos, vencedores del partido pero víctimas de un escenario que no les resultó ajeno. El primer error que cometieron fue durante el duelo. Ninguno de los dos tuvo el arrojo suficiente para tratar de frenar, o al menos, paliar, lo que estaban sufriendo sus rivales. Y tenían autoridad para hacerlo.
Sólo The Warrior pareció mostrar cierta incomodidad con lo que estaba sucediendo. Stupaczuk, en cambio, ni se inmutó.
Lo peor, sin embargo, se produjo al finalizar el partido. Como vencedores, en el micrófono oficial de World Padel Tour, ambos se refirieron a lo ocurrido pero no se atrevieron a afear el desprecio de la grada a un compañero.
¿Por qué debían hacerlo? Fundamentalmente, por compañerismo y, desde luego, porque son los jugadores (sobre todo los que gozan del cariño de la afición) quienes deben mostrar al público las líneas rojas de la deportividad y el respeto en este juego.
El pádel es un deporte muy joven y su afición no tiene aún definida una cultura propia. Es necesaria la implicación de los protagonistas para afianzar los códigos adecuados y evitar la importación de conductas de otras disciplinas.
El chaqueño, desde luego, hizo todo lo contrario a esto y justificó, en cierta medida, lo ocurrido. “Esto es el folclore del pádel” afirmó Stupa tras asegurar que “jugar en casa también nos beneficia. A veces lo sufrimos cuando estamos en Sevilla, cuando estamos en Andalucía, al público local.”
Claramente, se equivocó. Las palabras del joven jugador argentino fueron tan inciertas como injustas. Desde su irrupción en la élite en España, como parte integrante de los Superpibes (junto a Di Nenno), ha sido uno de los jugadores más admirados por la grada española.
En 2017, Franco Stupaczuk ganó su primer título grande de World Padel Tour. Lo hizo en Mijas, a pies del Ayuntamiento, ante un graderío que le idolatró en su noche triunfal contra Maxi Sánchez y su hoy compañero, Matías Díaz.
Un año antes, también en dicho municipio de la Costa del Sol, había conquistado un Challenger. Se imponía entonces la Stupamanía (lo puedes leer aquí ??).
Por eso, la desmemoria del jugador argentino es grave pero, peor aún, es su intento de normalizar lo sucedido. “Esto es el folclore del pádel”. No, esto no debe formar parte de este deporte. No se le debe abrir la puerta a conductas de este tipo porque ni él ni sus compañeros las merecen.
Horas después de sus declaraciones, ambos han querido aclarar sus palabras a través de las redes sociales. Han culpado a las “pulsaciones altas” para explicar algo que, en realidad, era mucho más sencillo y efectivo de hacer ante la grada y con sus compañeros delante.
En cualquier caso, Stupa y Mati son dos jugadores de comportamiento intachable siempre. Su ejemplo diario pesa más, sin duda, que un desliz así. Sólo merecen aplausos y reconocimiento.
Banderas en el pádel
Antes del partido, Stupa y The Warrior, habían hecho un llamamiento a través de sus redes sociales reclamando el apoyo del público. “Somos locales”, “una pequeña bombonera”, “calienten, calienten”, solicitaron los jugadores en un tono desenfadado mientras dejaban ver al fondo la bandera de Argentina.
La grada de La Rural, desde luego, respondió al llamamiento. El suyo fue el encuentro más ‘caliente’ de los cuatro que se jugaron ese día.
La responsabilidad de lo ocurrido, en ningún caso, es imputable a la convocatoria de Stupa y de Mati que trataron de hacer valer su condición local como cualquiera hubiera hecho (en España, los locales recurren a ello en cada prueba).
Aún así, aquí y allí, conviene tener en cuenta que a las masas resulta más sencillo ponerlas en marcha que detenerlas.
En Buenos Aires ocurrió así. A algunos les pareció que el apoyo incondicional a los suyos era insuficiente así que decidieron cruzar la frontera del respeto y menospreciar a los rivales. El colectivo es un espacio fabuloso para multiplicar el talento. El riesgo surge cuando son las emociones, sin filtro, las que lo agitan.
El llamamiento patrio recurrió a la bandera como un elemento identitario y acabó jugando un factor excluyente. Esto, propio de otros deportes, resulta anómalo en el pádel. Tanto que, al día siguiente, en ese mismo escenario, la grada de La Rural vibró con el imponente triunfo de un español Ale Galán y un nacionalizado Juani Mieres, ante los números uno, dos argentinos de la provincia de San Luis.
Así debe ser. El talento no merece etiquetas reduccionistas de ningún tipo. Este deporte emergente debería procurar desdeñarlas.

Hay muchos más ejemplos de lo bueno
Pese a lo expuesto, conviene no dramatizar. Lo ocurrido en La Rural se produjo durante un tramo de un único partido. En el resto de encuentros, el comportamiento del público fue sobresaliente, digno de una afición que siente este deporte y que no merece injustos estigmas.
En España también han surgido situaciones negativas. ¿Iguales?, preguntaban algunos. Tratar de comparar el grado de improcedencia sólo abre la puerta a justificar lo que no debe ocurrir.
Fernando Belasteguin es quien mejor puede dar fe de ese desafecto del público. Lo viene sufriendo en España desde hace mucho; una gran mayoría de las veces de manera injusta. No te pierdas este artículo sobre ello: ??
Y seguro que volverá a ocurrir. A Bela, a Lebrón o a cualquier otro en cualquier escenario. El único antídoto contra ello es ponerle límites y huir de explicaciones fáciles. “Es el folclore del pádel”, decía Stupa. “Así es la afición argentina”, contaban otros. ‘La argentinidad al palo’, que cantaba Bersuit Vergarabat, acerca de un pueblo que tiene demasiadas grandezas como para mirarle siempre al mismo sitio.
A Galán le ovacionaron en La Rural como a Paquito y a Lebrón les persiguieron para buscar su autógrafo o su foto. Como al mismo Bela, en Vigo, le vitoreó la grada al unísono en su demostración de coraje tras la lesión de Lima en el tobillo. O a Maxi y Sanyo le celebran los títulos de su reinado. O a Matías Díaz le alaban su ejemplar compromiso con este deporte que no se entiende sin su ejemplo. O a Stupa le admiran el talento y descaro que sostiene la aventura del joven que se marchó de su tierra para buscar su futuro.
Ese el camino que el pádel debe procurarse en cualquier escenario, en cualquier lugar; ahora con más empeño, ante su exponencial crecimiento. Las banderas tienen cabida para dar colorido, no para explicar el talento. Con ellas, debemos regalar orgullo; nunca desprecio. Aislemos el pádel de la estupidez.
