Dos semanas ha tardado en desmentirse a sí mismo. En realidad, 13 días le han bastado para enterrar aquel intento de contrición en Marca por lo ocurrido en Doha y revelar que aquello fue fingido, pura pose para incondicionales.
Ayer en los cuartos de final del GNP México P1 de Premier Padel, El Lobo se despojó de la incómoda piel de cordero que ha intentado lucir durante unos días y devoró, una vez más, a Juan Lebrón. Aunque, a estas alturas, ya no parece haber diferencias entre el personaje y la persona.
El gaditano completó una actuación deportiva excelsa. Fue el mejor del partido. Pero no le pareció suficiente reivindicación y decidió restregar por la cara a sus adversarios su propia figura. En un estadio prácticamente vacío y, sin nada anómalo durante el encuentro, el gesto de Lebrón resultó chabacano, incluso ridículo, pero, también, muy significativo. En verdad, explica mucho acerca del jugador.
Y es que, a la primera oportunidad que ha tenido, el andaluz se ha lanzado de cabeza a cobrarse la factura que pensó que tenía pendiente desde el Major de Catar, sin percatarse de que, en realidad, lo que estaba haciendo era exponer sus propias heridas. Ayer volvió a quedar en evidencia su propia debilidad.
Ya en Doha, Juan Lebrón demostró su vulnerabilidad, como si fuera un novato, al caer en la trampa de sus rivales, sobre todo de un Yanguas que, a sus 22 años, acumula dudosos méritos en el circuito. El gaditano picó, perdió el hilo del juego y protagonizó una grosera escena en la que se encaró con sus contrarios; con el entrenador rival, Juani Mieres; e incluso arremetió contra el árbitro.
El asunto, según Sport, no se quedó ahí y los ecos del altercado se extendieron fuera de la pista.
Lo ocurrido ya fue lo suficiente grave como para dejar sin sentido los inútiles intentos de justificación sobre la tensión, la ambición de ganar y las pulsaciones. Lo dijo su compañero, Galán, pero también el propio presidente de la FIP, Luigi Carraro, en un insólito pronunciamiento sobre un hecho que, a priori, podía ser susceptible de sanción.
Dos semanas después, no hay duda de que aquello fue algo más que un calentón. Lebrón se ha encargado de desmentirlo a todos. También a sí mismo, tras aquel ejercicio de arrepentimiento que simuló ante el periodista Jesús Mata en Marca.
En realidad, Lebrón ya había dejado muestras de su verdadero sentir respecto al incidente. Primero, a regañadientes, salió en redes con una petición de disculpas en una historia de Instagram, tan efímera como ambigua, claramente insuficiente ante el recorrido del asunto.

Después, tardó cinco días en dar la cara. Para entonces, la polémica era ya volcánica y se había llevado por delante, incluso, el proyecto que forma Ale Galán.
En la entrevista en Marca, se empeñó en subrayar su supuesto arrepentimiento, tanto que resultó forzado, y olvidó que los primeros a quienes debía dirigir las disculpas eran a sus rivales. Ni mencionó sus nombres. La herida seguía sangrando.
Ayer, en la pista central del GNP Seguros Arena, en Acapulco, Lebrón dejó en evidencia todas las justificaciones que explicaban lo ocurrido en Doha como un simple calentón, e incluso, devoró sus propias palabras de remordimiento.
Ahora sí, Lebrón ha sido sincero. Expresó justo lo que sintió. No solo se cobró la revancha que buscaba si no que, además, quiso reivindicar su figura con un gesto innecesario y ventajista (pudo exhibir su camiseta tras la derrota de Doha), tras el recital de pádel que había ofrecido en el partido (con Garrido fulminado por el calor, por cierto). Después, ante el micrófono de Premier Pádel, insistió en el asunto y afirmó que sigue esperando unas disculpas de Yanguas y Garrido por lo de Doha.
Haría bien el andaluz en revisar hoy si ha conseguido lo que buscaba. Poco beneficio parece poder sacarle a la estampa que provocó ayer mientras exhibía la camiseta frente a sus rivales en un estadio vacío. Si acaso, alimento para los más fieles, los únicos que tratan de entenderle y cada vez con más dificultad.
No, Lebrón no es Messi (y el pádel no es fútbol). No hay comparación entre la pose de ayer en México con la que el jugador argentino ha ofrecido en algunos momentos de su carrera. Si acaso, el único punto en común es que a ambos les va mejor cuando es la pelota la que habla, con la palabra son torpes.
En realidad, Lebrón no es más que El Lobo, un estrella del pádel incapaz de entender su ascendencia en este deporte, su condición de figura y referente. Tiene ya 29 años, lleva más de media vida compitiendo y todavía no ha sido capaz de hacerlo. Y lo peor es que nadie a su alrededor ha logrado hacérselo ver.
Juan Lebrón ha sido el primer español en hacer cumbre el pádel profesional. Es un talento deslumbrante que ha ocupado la cima de este deporte durante cuatro temporadas consecutivas. La lesión del pasado año le impidió defender un trono que busca recuperar. Pero sigue sin ver que la diferencia entre ocupar y ser número uno. Es algo más que una simple cuestión aritmética.
Por cierto, en el número #6 de PADELETTER by Padelazo que enviaré este próximo lunes hablaré del gesto de Ale Galán, un detalle interesante que no debe pasar desapercibido. Si aún no lo recibes, suscríbete aquí: