Ni siquiera a punto de despeñarse, pierden la esperanza. Arrolladas en el primer set y a un paso de hundirse en el segundo, Patty Llaguno y Eli Amatriain se sostienen por convicción y confianza, se resisten a caer. En verdad, siempre lo hacen.
Antes fue Málaga, Córdoba, San Fernando, Bilbao,… Hoy es La Nucía el escenario de esta estremecedora prueba de fe de dos volatineras de voluntad inexorable.
Para llegar a las semifinales de la prueba alicantina, Patty y Eli derrotan en cuartos a Carolina Navarro y Ceci Reiter. No sólo les remontan el primer set. Salvan incluso dos bolas de partido en contra para abrirse paso hacia la penúltima ronda (4-6), 7-6 y 6-3).
Ahora, en el segundo set de la semifinal, Eli es quien saca con 4-2 en contra tras ceder el primero (6-2). Sus rivales, Ale Salazar y Marta Marrero tienen hasta seis bolas de break para despegarse definitivamente.
Eli y Patty no ceden ni una. En la última, la riojana rescata una bola desde fuera de la pista mientras su compañera, sola sobre la moqueta, defiende de lado a lado.

A partir de ese séptimo juego (4-3), la escalada de Patty y Eli les eleva hasta firmar una victoria tan dramática como memorable. Tras remontar ese segundo set (4-6), se anotan el tercero en el tie break. Con un 6-2 en contra, Amatriain y Llaguno firman un parcial de 6-0 sobre el alambre, levantan cuatro match ball en contra, y se catapultan a la gran final de La Nucía, como en 2014.
Más allá del resultado, este tremendo ejercicio de funambulismo sirve de radiografía perfecta de esta pareja, la misma dupla que gobernó el circuito en 2013, el dúo femenino que más capacidad tiene para sacarle provecho a sus virtudes. La principal, sin embargo, no está en sus palas sino en sus cabezas.
La fe de dos supervivientes
La mentalidad de Llaguno y Amatriain es un valor tan intangible como incuestionable. Confían en lo que son, pero sobre todo, en lo que representan. Su actitud en la pista resulta siempre reconocible, irreprochable. Su lenguaje corporal, sus gestos, sus miradas,… una coreografía que delata un trabajo concienzudo y persistente junto a esa figura que se revuelve desde el banquillo en cada punto.
Allí, la brasileña Neki Berwig, la fabulosa exjugadora de padel (se retiró en 2009), golpea cada pelota, acompaña en cada carrera, celebra cada punto y lamenta cada error. Su labor trasciende la mera lectura táctica del partido. Su profunda conexión emocional con sus dos jugadoras le lleva a sentir cada duelo.

Neki, Patty y Eli forman un sólido triángulo que se retroalimenta a nivel espiritual. Cada mirada, cada gesto, cada palabra conecta con el alma. Por más que la situación se encalle, Neki nunca las deja caer. En todo caso, cae con ellas.
Por eso, hoy en La Nucía, con ese 6-2 y 4-2 en contra, con sus rivales volando sobre la pista (menuda exhibición de Alejandra Salazar), con la certidumbre en la grada de que la revancha de 2014 está servida, las tres aprietan los dientes, cierran el puño y, ajenas a ese veredicto anticipado, se rebelan contra el fatalismo. Lo hacen con tanta convicción que resulta conmovedor.
En plena tempestad, ante la amenaza real de naufragio, Patty y Eli se mantienen inalterables. Su propósito va más allá del marcador. Aquella sentencia que Bill Clinton empleó en su carrera electoral de 1992 hacia la presidencia de EE.UU (“La economía, estúpido) presta su fórmula para explicar la ruta de ambas: “El estilo, estúpido”. Ese es el objetivo. Ahí residen sus posibilidades. Imponer su sello. Porque Amatriain y Llaguno necesitan domar el encuentro para abrirse alguna opción. Sobre todo, cuando al otro lado de la cinta se despliega alguna de las top 5.

Desde esa pétrea convicción, con la mentalidad de que no bajarán los brazos por más que el sendero se empine, Eli y Patty van tejiendo su propia tela de araña. Es una emboscada que resta velocidad a los intercambios, un atlas de trazo cartesiano que eleva su propio juego y acaba desnaturalizando a sus rivales.
Lo sufrieron las gemelas en la semifinal de Málaga y lo padecen Salazar y Marrero en la semifinal de La Nucía. Llaguno y Amatriain imponen su propio precepto. La riojana barre la pista sin pausa alguna, desgasta a sus rivales con un orden implacable y una entrega sin reservas. Patty se ajusta al mandamiento y regala destellos de un talento aprisionado en el esquema. La disciplina de ambas y su fe en ese camino configuran una maraña viscosa que atrapa a sus contrarias.
Vasos comunicantes, en realidad, en torno a la cinta. Conforme asoma la identidad de Eli y Patty, se va desfigurando el ADN de sus oponentes.
Una paradójica emboscada
Sin embargo, ese dictado no sólo aprisiona a sus rivales. También, de forma paradójica, acaba embaucándolas a ellas mismas. El hipnótico despliegue enreda a sus contrarias pero también apoltrona a la pareja número tres que opta siempre por atenerse al plan previsto hasta la última bola. Su rigor es, en ocasiones, su propia condena.

Con sus oponentes en la telaraña, Eli y Patty continúan su vaivén dispuestas a desgastarlas, a consumirlas lentamente hasta que caen marchitas. Es una estrategia en la que confían sin reparos. Tanto que incluso renuncian a opciones más atrevidas.
En Alicante, con bola de partido para sus rivales, Llaguno aparece en la derecha para tapar huecos y defender el acoso contrario. Desde el fondo, con una naturalidad asombrosa, desarma a Ale Salazar con una salida de pared deliciosa, suave pero firme, oculta hasta el último instante, tan imprevisible como hermosa. Ni siquiera lo celebra. Una pizca de un talento inmenso que emerge en una situación extrema. Demasiado poco para quien tanto tiene.
Porque a Patty, en efecto, le sobra padel pero el esquema, su confianza en él, le resta también osadía; algo más de agitación, de cierto caos que, en determinados momentos, haga aún más efectivo el inquebrantable orden que se imponen.
La mano de la de Dunlop es capaz de cambiar el ritmo, de combinar velocidades, de abrir espacios ocultos al resto. Su genio es portentoso. Pero mayor es su voluntad de respetar el guión, su fidelidad a un plan que debilita a sus rivales, que las consume a fuego lento.
El riesgo está en que la caída propia se produzca antes que la de las adversarias. Una agotadora carrera contrarreloj que termina en muchos casos con una de las dos parejas fundidas.

La incomodidad que Patty y Eli son capaces de generar al otro lado de la red cuando gobiernan el duelo bien podría empujarlas a darle algo más de arrebato al duelo, con Llaguno, espléndida, al mando y Amatriain, titánica, achicando pista. Ese es un reto de esta fabulosa pareja: algo de desorden que haga impredecible el orden.
Pero es tan sólo una opción. Una elección. De momento, hoy, en La Nucía, tras tres horas y cuarenta minutos de partido, la última bola cae de su lado. Como en Córdoba, este año; como en Málaga, en 2014; un triunfo lleno de fe, de coraje, de esfuerzo y sacrificio, una victoria con sello propio. Otra más.