Tapia se mira en el cristal de fondo. Acaba de elevarse sobre la última línea de la pista y ha despedazado un globo rival con una autoridad pasmosa. Es una rotura de servicio que les sitúa con un 5-0 en el tercer set a un palmo de un triunfo impensable una hora antes.
Se agita la grada entusiasmada mientras se busca el catamarqueño en esa pared de fondo, con los labios apretados como si se esforzara en contener todo aquello que quiere gritar.
Allí encuentra su propio reflejo y un poco más allá ve también la imagen de su nuevo compañero, un tal Fernando Belasteguin, que le señala con la mirada encendida, que le ruge palabras indescifrables, que le eleva ante el público como si, a sus 20 años, él fuese la única estrella a ese lado de la moqueta.
No se inmuta Tapia mientras su compañero digiere a su manera un nuevo episodio que se incrusta en el apartado de relatos épicos que exhibe su antológica carrera. Porque lo que sucede hoy en La Cala de Mijas no es una victoria cualquiera por más que sea la primera ronda de un open cualquiera.
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Un duelo con muchos desafíos
Ese carácter excepcional, ese ambiente de acontecimiento grande, se percibe antes de empezar el partido.
El regreso de Bela tras dos meses lesionado, su ruptura con Lima tras haber perdido el hambre, la inédita falta de títulos, su unión con Tapia, su cambio a la derecha. Todo ello configura un atractivo cartel que, además, añade la presencia, como rivales, de dos ilustres, Agustín Gómez Silingo y Tito Allemandi, los finalistas del último torneo, los protagonistas de la que, probablemente ha sido la mejor final de lo que llevamos de temporada.
La expectación recorre la grada. El público prepara su móviles para inmortalizar el momento. La zona reservada se llena de jugadores y entrenadores que quieren estar presentes: Lebrón, Paquito, Maxi, Sanyo, Alejandro, Cristian, Rubio, Uri, Javi, Salazar, Ari, Gemma, Lucía, Patty, Eli, Choya, Aymá, Severino,… y más.
En el palco, Bebe Auguste (director de Expansión Internacional de WPT) ejerce de anfitrión del presidente de la FIP, el italiano Luigi Carraro. Nadie quiere perderse esta cita que, si bien para Tapia es el inicio de su nuevo proyecto con Bela, para el de Pehuajó es un enorme desafío dada su arriesgada apuesta. Por otra parte, el alimento que impulsado su asombrosa trayectoria.
Lo sabe el mito que se refugia en la sala de jugadores hasta que, minutos antes del inicio, aparece por el pasillo que da acceso a la pista central. Llega solo y, mientras termina el partido anterior, prueba con algunos saltos y desplazamientos cortos.
En esos instantes, su mente se centra en lo que realmente le preocupa, y no son sus poderosos rivales, ni la falta de acoplamiento con su joven compañero, ni siquiera su cambio de lado. El foco lo tiene puesto en su sóleo, en esa maldita rotura que sufrió en la final del Master de Buenos Aires cuando buscaba su primer título del año. ¿Aguantará hoy?
No sabe Bela, realmente, en qué condiciones está. Es imposible saberlo con una lesión tan traicionera, capaz de seducirte con falsas ensoñaciones de recuperación hasta que te descubre la cruel realidad cuando ya es tarde. De hecho, los plazos médicos desdeñaban su presencia en este torneo.
Absorto en esa inquietante incertidumbre, le llega el momento de saltar a pista. Antes, le dedica un gesto de felicitación a los derrotados del encuentro que recién concluye, una pareja superviviente de la preprevia que no esperaba el detalle del argentino. Pero Bela controla siempre la escena.
Ya sobre la moqueta, el de Pehuajó dirige sus pasos a su nueva ubicación. Se sitúa en la derecha, al fondo, y desde allí, ejecuta sus primeros golpes en partido oficial. Empieza su conquista del nuevo mundo. “A la izquierda de la silla, restando en el drive, el señor Fernando Belasteguin”. El anuncio del juez árbitro da validez oficial al histórico momento.
Bela es el primero que sube a volear en el calentamiento. Es el primero que, ya en el partido, resta. Y lo hace con un globo corto que despide Allemandi, su rival por primera vez en el cruzado. Es, también, el primer miércoles en mucho tiempo que se ve obligado a jugar la primera ronda de un torneo profesional (al no estar entre los mejores). En verdad, hay muchas primeras cosas en la noche que vive el argentino.
Primer rival vencido: el miedo
Por eso, el de Head trata de tomarle el pulso a todo lo que ocurre aunque le cuesta. Mientras gestiona su inquietud por lo físico y su evidente incomodidad en el nuevo lado, sus adversarios, sin miramientos, les hacen trizas.
Silingo y Allemandi se muestran como una apisonadora implacable que penaliza cada error de sus contrarios. Y, en el primer acto de la pugna, son demasiados, sobre todo, por parte de Belasteguin. Globos, bajadas de pared, bandejas, derechas desde el fondo,…
Tiene Bela la tentación de torturarse por ello pero hoy acude con la lección aprendida: no es momento de exigirse más de lo debido ni de someter a Tapia a un exceso de presión.
Por eso, le pide disculpas tras cada fallo; le sonríe, incluso, para restarle importancia; y se afana en volver a intentar meter la bola a la siguiente opción como si fuese un meritorio.
Pero el marcador es inexorable y los juegos van cayendo en contra. Primero, un parcial de 3-0. Después, una brecha de 5-1. Silingo despedaza todo lo que coge vuelo y Allemandi, un verdadero especialista en la derecha, castiga a Bela con un dictado incesante lleno de ángulos, alturas y velocidades.
El murmullo que va creciendo en la grada tras cada error del exnúmero uno encierra un mensaje de cierto reproche: “Te equivocaste, esta vez, Bela; todos sabíamos que no funcionarías a la derecha”.
Se deslizan algunos gritos de ánimo y tímidos aplausos que buscan hacerles reaccionar en plena debacle pero que terminan pareciéndose a una lenta despedida.
Una rotura al final enmascara el marcador adverso de un primer set (6-3), el primero que disputa en su nueva posición, el primero junto a su joven compañero de 20 años. Y su saldo, aunque se antoje negativo si se atiende al electrónico, o incluso, al juego; esconde, también, el primero de los tres triunfos que Bela consigue esta noche.
Porque el argentino, durante todo el primer parcial, mantiene una particular lucha contra el miedo, su propio miedo, porque los mitos también los tienen. Temeroso de su sóleo, rehúye los movimientos más explosivos, desdeña desplazamientos que antes ni se hubiera pensado, renuncia a recuperaciones demasiado exigentes y deja pasar globos para evitar caer hacia atrás.
Terminado el primer set, el de Pehuajó parece haberse confirmado que, al menos hoy, puede competir.
Por eso, el segundo acto le enfrenta contra el segundo de sus grandes desafíos: el lado derecho de la pista.
Segundo rival superado: el lado derecho
Bela lleva 18 años compartiendo pista con jugadores zurdos que defienden su esquina como un hábitat exclusivo. Los automatismos del jugador están marcados a fuego. Su bandeja profunda cruzada, su bajada de pared al medio, su volea de derecha abierta… su catálogo es absolutamente reconocible. Y hoy, tras dos meses sin competir además, pretende cambiar de lado sin apenas entrenamiento.
Por eso, lo que ocurre en el segundo set es un prodigioso ejercicio de adaptación, de oficio, de talento. Fernando Belasteguin, ahora sí, acepta el pulso con Allemandi. Primero, ajusta el globo. Luego, le fija desde atrás. Después, le achica espacios. Al final, le acaba superando por cualquier lado.
Y ahí emerge Tapia. Descarado, firme, sobrio y potente, valiente cuando toca. Ni en los peores momentos del partido, su compañero ha perdido la actitud. Pendiente siempre de Tapia, Bela le ha ido excluyendo de los fallos (esa sonrisa tras una doble falta) y ha procurado atribuirle los méritos (ese gesto de admiración tras una recuperación desde fuera de la pista). Le ha animado a intentarlo, a atreverse, y ahora, la perla de Catamarca responde con un despliegue imperial.
En la zona reservada de la grada, los jugadores escrutan, analizan y no pierden detalle. En el palco, conversan Auguste y Carraro. En la pista, son Bela y Tapia los que dialogan. Bueno, habla Bela y escucha Tapia. “¡Vamos, animal!” “Estamos aquí, ya estamos aquí”. El repertorio motivacional del de Pehuajó no tiene límites, como bien sabe algún ilustre jugador español.
Bela coge las riendas y Tapia despega sin techo. El duelo cambia su inclinación y el marcador descubre otro relato bien distinto (3-6). Los ojos del mítico argentino ya arden; los de su compañero sueñan.
Tercer adversario vencido: sus rivales
En el tercer set, Fernando Belasteguin fulmina a sus verdaderos rivales. Superado el miedo, asentado en la derecha, ahora sí, se encarga de los contrarios con un juego que, por primera vez, recupera parte del vigor perdido.
A esas alturas, Silingo y Allemandi son dos espectros que encadenan juegos en contra sin respuesta.
Tapia hace diabluras que sacuden a la grada, descreída antes; entregada ahora. Y Bela, la leyenda, nos recuerda a todos en cada remate, en cada volea, en cada punto, que no hay desafío que rehuya el más grande de todos.
En blanco coronan su remontada (0-6). El runrún del inicio ha mutado en una ovación que, en esta noche mijeña, celebra las tres victorias para la historia que encierra un simple triunfo.
Qué buena crónica. Da gusto leerte. Felicidades.
Muchas gracias, Sito, por tus palabras y por dedicarle un ratito a leerla.
La verdad es que fue una cita repleta de detalles, más allá del marcador. Había que tratar de recoger algunos de ellos para contar también lo ocurrido.
Saludos.
Felicitaciones por la visión del partido por un lado ( nunca es sólo técnica) y por el estilo de la redacción. En tiempos de emojis , es muy agradable leer textos tan pulidos!
Gracias, Sergio. Sí, en esta ocasión, no me interesaba tanto el marcador sino cómo lo vivían los protagonistas, en concreto, Bela.
Mil gracias por dedicarle un rato a leerlo.
Saludos.
Enorme relato apasionado y bien redactado que refleja la perspectiva física, psicológica y técnico/táctica del partido.
Está claro que sientes debilidad por Fernando Belasteguin (y quien no) y comparto plenamente esa visión del eterno n°1, que se crece en los desafíos que su trabajo le propone, aceptandolos orgullosa y humildemente y peleando como el primero contra cualquier situación adversa.
Pienso que tenemos Bela (mientras el físico lo permita) para unos cuantos años más por su condición de luchador nato. Gracias por tus crónicas hermano.
Jejeje, gracias a ti, hermano, por pasarte un rato por este rinconcito.
Más que debilidad por Bela, siento admiración por lo que ha logrado en el deporte y me fascina la capacidad que tiene para enfrentarse a las adversidades.
No sé si tendremos a Bela mucho más rato pero lo que ya ha dejado es imborrable.
Abrazos.